De fin de semanaAgua, risas y mucha diversión en familia en Lloret de Mar

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Lloret de Mar es una pequeña ciudad de la costa catalana, lugar donde empieza la Costa Brava, con una amplia variedad de actividades y lugares de interés para toda la familia.

Nuestra familia – Rebecca, Alex, Mia (casi 12 años) y Adele (8 años) – tuvimos la suerte de pasar un fin de semana muy divertido en Lloret de Mar, disfrutando de una variedad de propuestas de Lloret Turisme. Aquí va la crónica de todo lo que hicimos.

Llegamos un viernes por la mañana, llenos de ilusión por el fin de semana de actividades que tenían preparado la gente de Lloret Turisme. En el Hotel Rosamar Garden, hacemos el check-in mirando por la ventana las piscinas y toboganes que ofrece este alojamiento. Nos toca un apartamento en el quinto piso con unas vistas increíbles de las piscinas del hotel y el mar al fondo.

Las actividades del hotel están en pleno rendimiento, y es que hay una programación diaria de 10h a 19h pensada para familias, en el miniclub – ubicado en la masía más antigua de Lloret, restaurada por el dueño del hotel – donde el equipo de animadores organiza talleres, juegos y actividades para niños y niñas de 4 a 8 años. El hotel también cuenta con varias piscinas, spa, toboganes, una zona de mini-golf, billares, videojuegos y un parque infantil.

Enseguida nos ponemos en marcha ya que la primera actividad del día consiste en subir al Dofijet, un barco que llega a orillas de la playa grande de Lloret y hace un recorrido por las calas hasta llegar a Tossa de Mar. Nosotros nos bajamos en la cala de Santa Cristina, una de las playas más conocidas por la gente de Lloret, también accesible por carretera. El agua cristalina, la arena fina y la bonita forma de la playa, resguardada de los vientos y las olas, hacen que sea un sitio ideal para pasar el día. Después de un bañito y de un rato para explorar las rocas que conectan esta playa con la de Treumal, avistamos de nuevo el barco de Dofijet acercándose a la playa, y nos volvemos a embarcar para ir a comer.

El restaurante Il Cedro está en el paseo marítimo de Lloret, y tiene dos plantas de interior y una terraza exterior en la calle. Ofrece un menú de comida “italo-catalana”, con pizzas al horno de leña y un montón de cosas más. No hay un menú infantil, pero pueden adaptar cualquier plato a los gustos de los pequeños. Los tartares – de corvina y de salmón – están espectaculares, y también la Capresse. El servicio es súper amable y muy rápido, y nos sentimos muy a gusto. Además, no podemos dejar de mencionar el postre, ya que Alex ha viajado por todo el mundo probando tiramisús, ¡y jura que es uno de los mejores que ha probado! Aficionados del tiramisú, os invitamos a ir a Il Cedro a probarlo… ¡y decirnos si estáis de acuerdo!

Siguiente parada: el Pitch & Putt de Lloret. El golf está situado un poco por encima de Lloret, en un entorno muy bonito rodeado de árboles y vegetación. Se ve el mar, y los árboles del campo ofrecen abundante sombra. ¡Incluso hay ovejas! Nos recibe Toni, nuestro profe particular, y menos mal, porque aparte de Alex, ¡el resto de familia no ha jugado nunca a golf y necesitamos unas pistas! Empezamos en el driving range, donde Toni nos enseña cómo coger bien el palo para que practiquemos un poco. Luego pasamos a practicar el putt en el Green y finalmente vamos al campo a hacer unos hoyos y poner en práctica todo lo que nos ha enseñado. Toni escribe el nombre de cada uno en una bola y las tiramos para ver quién va con quien. Una vez formados los equipos, ¡empezamos a jugar! La verdad es que, a pesar de nuestra falta de experiencia, disfrutamos un montón. Es una actividad ideal para hacer en familia, al aire libre y en plena naturaleza.

De vuelta al hotel, bajamos al comedor para cenar. Las comidas en el Rosamar Hotel Garden son tipo buffet libre, e incluso hay una zona infantil del buffet, donde las mesas son más bajas para que niñas y niños pueden servirse ellos mismos. El buffet es muy completo, hay para todos los gustos, literalmente: ideal para una familia como nosotros que tenemos preferencias muy diferentes. ¡No hay dos platos iguales en nuestra mesa!

Por la noche vemos un rato desde la terraza de nuestra habitación un espectáculo de magia, pero estamos cansados y sabemos que mañana nos espera un día emocionante, así que decidimos irnos a dormir, y prepararnos para las siguientes aventuras.

El sábado bajamos pronto a desayunar. Los desayunos de hotel me encantan, poder escoger, y tenerlo todo preparado es un lujo. De nuevo, ningún plato de la mesa se parece, aunque sí disfrutamos todos de un zumo natural de frutas buenísimo.

La primera aventura del día es “el mejor parque acuático de Europa”: Water World. Es la primera vez que nuestras hijas visitan uno, ¡y están muy emocionadas! Desde fuera no se ve mucho, pero al entrar, el parque es muy espacioso y verde, y hay muchas zonas de sombra debajo de árboles. En la entrada hay un par de tiendas y también unas duchas y armarios con llave para dejar las pertenencias. La primera piscina es el “lago infantil”, donde los más pequeños pueden tomar su primer contacto con un tobogán y flotadores. Las zonas de césped entre los toboganes y piscinas consiguen que no tengas la sensación de estar rodeado de gente, y pasear por el parque es agradable. Hay grupos de niños y adolescentes corriendo emocionados, así como familias y adultos, de todo un poco. Dejamos las toallas y los zapatos en una zona de sombra y vamos mirando y probando lo que nos apetece. Resulta muy divertido ver a las personas bajando toboganes a toda pastilla, riendo y gritando, y su emoción se contagia. ¡Y ver sus caras al final puede ayudarte a decidir si te tiras por ese o no!

Después de unas horas de diversión, risas y mucha agua, decimos un “hasta pronto” a Water World y nos cambiamos para ir a comer. Hoy toca comida en Mas Romeu, un restaurante familiar precioso situado muy cerca de allí. Nos esperaba una terraza tranquila bajo la agradable sombra de unas moreras y rodeada de verde, una carta de cocina tradicional catalana, y el duro trabajo de escoger solo algunos platos 😉 La terraza de Mas Romeu también tiene un pequeño parque infantil para los más peques, y está llena de flores y plantas que le da un toque muy especial.

Primero probamos un pequeño aperitivo: una croqueta y una crema fría deliciosa de zanahoria y jengibre. Escogemos el gazpacho que nos encanta y que además viene con un helado de aguacate y gambas, y una ensalada “Mas Romeu” con esqueixada de bacalao. ¡Una delicia! Y de segundo unas navajas y unas gambas de Blanes. El menú infantil cumple con sobresaliente según la peque de la familia, mientras la mayor disfruta de un plato de croquetas de jamón de jabugo. Los de Mas Romeu dicen que “Una buena cocina es el fundamento de la felicidad.” ¡y se nota que se lo toman muy en serio! Para acabar probamos varios pasteles, de limón y de chocolate, que superan todas las expectativas. Y así, bajo la fresquita sombra de unas moreras, nos sentimos muy bien acogidos gracias a la amabilidad de los camareros.

La segunda aventura del día consiste en una caminata por el Camino de Ronda, una ruta que recorre la costa catalana de Blanes a Portbou, aunque hoy en día no se puede recorrer entero. En la playa de Fenals nos esperan Carmen y Iván, de Transbrava, una empresa que ofrece kayak, paddlesurf y rutas a pie por la zona de Lloret. Iván es nuestro guía y empezamos a caminar en dirección sur, hacia Blanes. Enseguida nos damos cuenta que Iván sabe un montón sobre la zona y tiene una conexión buenísima con las niñas, animándolas a caminar explicándonos las cosas chulas que encontraremos por el camino, mientras nos cuenta la historia y anécdotas de los bosques, las calas y las casas que nos vamos encontrando. Las raíces de los pinos que rodean el camino se enlazan entre ellas formando bonitos dibujos en el suelo. La ruta es entretenida y con vistas espectaculares sobre el mar, troncos para subir, y caminitos para explorar.

Justo antes de llegar a la playa Santa Cristina, la que habíamos visitado con Dofijet el día anterior, nos encontramos con una escalera muy rústica que desciende en picado por las rocas con una cuerda, y nos lanzamos a bajar, controlados por Iván, quien nos da consejos para ir con más seguridad. Una vez en la playa, avistamos en la otra punta la Ermita de Santa Cristina, una ermita muy especial donde los pescadores dejaban ofrendas para que Santa Cristina les protegiera de los peligros del mar, que aun se conserva. A pesar de tener ganas de verla de cerca, estamos cansados y decidimos emprender el camino de vuelta, tomando una nota mental de volver en el futuro para visitar la ermita.

Al volver al hotel, cenamos rápidos y nos metemos en la cama, ya que el día siguiente tenemos una cita con Lloret Water Extreme, quienes ofrecen un EcoSafari cada día a las 9h de la mañana para aprovechar al máximo la tranquilidad de la mañana y ver aves y peces.

En la paradita de Lloret Water Extreme conocemos a Pere Planas, nuestro guía para el EcoSafari, que entrega a las niñas unas guías que explican la misión del EcoSafari con imágenes de todos los delfines, peces y aves marinos que se pueden ver – y nos explica el “Canyó de Blanes”, un cañón submarino poco conocido que llega hasta los 2000 metros, atrayendo a multitud de animales marinos, situada a unos 10 minutos de la playa de Lloret en barco.

También nos avisa que el mar está algo movido por causa del viento, lo que dificulta la observación de delfines. Subimos emocionados ¡y nos cogemos fuerte porque vamos muy rápidos! Pere es una fuente de sabiduría, contesta a todas nuestras preguntas y sabe un montón sobre las aves que vemos y la historia de las calas de Lloret, antes ocupadas por piratas y traficantes. Esperamos a ver si hay suerte una vez sobre el cañón, pero el tiempo no acompaña así que decidimos dar una vuelta por las calas y cuevas. Vemos cormoranes y pardelas baleares, ¡y una dorada gigante que casi salta dentro del barco!

Pere nos explica que se dedica a la observación sostenible de la vida marina de Lloret de Mar, y colabora con varias ONG dedicadas al estudio y protección de la vida marina. Es importante destacar su respeto por los animales salvajes y su sabiduría y experiencia. Nos explica que unos días atrás vió una madre delfín con su hijo pequeño, que luchaba entre la curiosidad por las personas del barco y la necesidad de quedarse cerca de su madre, quien – por los movimientos que hacía – estaba durmiendo. Como insistimos mucho, nos enseña un vídeo del momento, y es cuando decidimos que volveremos otro día para intentar avistarlos. Pere nos dice que cuando hay niños y niñas a bordo, los delfines actúan diferente y tienen más curiosidad así que ¡habrá que comprobarlo!

Tenemos un poco de tiempo para disfrutar de las instalaciones del hotel, así que pasamos un rato muy divertido lanzándonos por los diversos toboganes del Rosamar Hotel Garden, y jugando a mini-golf. Se nota que el hotel tiene en cuenta a las familias, ya que además de todas las actividades diarias que ofrece el miniclub, hay un montón de atracciones y piscinas para todas las edades, así como zonas con tumbonas y un bar, ¡para que no tengas ni que entrar en el hotel!

Aunque parezca difícil de igualar lo bien que hemos comido en Il Cedro y en Mas Romeu, la comida de domingo está a la misma altura, bueno, si hablamos de altura física, es mucho más alta ya que se encuentra en el tejado de uno de los edificios del paseo marítimo. Se trata de Átics Restaurant, un restaurante con una decoración moderna y acogedora, y por supuesto unas vistas espectaculares de la playa de Lloret. Esta vez nos dejamos aconsejar por el encargado, y menos mal, ya que nos anima a probar un plato muy típico de Lloret – l’Arròs de l’Art de Lloret. Nos explica que es un plato clásico de pescadores, con el pescado ya limpio y un arroz caldoso que no deja indiferente. Una vez más los trabajadores del restaurante son atentos y amables, y se nota que disfrutan con lo que hacen, tanto en la cocina como fuera de ella.

Ya solo nos queda una última parada en Lloret, antes de volver a Barcelona, y ¡qué manera de acabar nuestra estancia! Los Jardines de Santa Clotilde están situados entre la playa de Fenals y la cala de Sa Boadella, y al entrar en ellos se te activan todos los sentidos. Nos entregan un mapa, pero al cabo de 5 minutos lo hemos guardado para el recuerdo y nos dejamos guiar azarosamente por los caminos de piedra, parándonos frente a cada estatua, oliendo las flores y dejando que nos acaricie el viento marino. Este lugar invita a la meditación y al descanso, a la paz y la soledad. Hay bancos y sillas estratégicamente situados en los lugares más bonitos, y una escalera llena de sirenas despierta la imaginación de quien la recorra. Pequeños campos rebosantes de flores lilas decoran el paseo, y pasamos un buen rato observando en silencio el mar desde aquellas alturas privilegiadas.

Es tarde ya, los jardines están a punto de cerrar, y tenemos que volver a casa. Nos sentimos cansados pero muy felices, el mejor estado para cerrar nuestras aventuras en Lloret. Hemos conocido a personas maravillosas que nos han enseñado sus Llorets particulares, y nos han demostrado sus ganas de compartir su entusiasmo por esta parte de Costa Brava con visitantes como nosotros. Volvemos al coche sobre una alfombra de flores lilas, despidiéndonos de Lloret pero con muchas ganas de volver… ¡Hasta pronto!


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