De pequeña, con mis padres y hermanos, nos encantaba descubrir ciudades y pueblos visitando sus ferias y mercados. Ya entonces, sin saberlo, practicábamos el consumo de productos locales y el turismo de kilometro cero (o casi) todo el año, a precios populares; ideal para familias numerosas como la nuestra. Además, mis padres tenían un terreno con huerto y animales, igual que antaño en el pueblo, y esa conexión con la tierra es algo que nunca se pierde. Una herencia familiar inmaterial. Aunque ahora nosotros somos una pequeña tribu urbanita (los Mapaus) nos chifla hacer lo mismo. Especialmente cuando significa viajar en el espacio tiempo a mi infancia con nuestro hijo, gracias a festejos tan memorables como la Feria Avícola del Prat.
Esta cita anual se ha convertido en una feria de referencia para profesionales pero también para el público en general, no sólo en el Baix Llobregat, sino en toda Cataluña, junto con la del gallo de Vilafranca del Penedès. El pollo del Prat, conocido como el pata azul por el color de sus patas, es autóctono del Delta del Llobregat y está reconocido con el distintivo de la IGP (Indicación Geográfica Protegida) desde el año 1996, distintivo que otorga la Unión Europea a los alimentos de más categoría del continente.
Criados al aire libre, durante más de 90 días, y alimentados con más del 70% de cereales, son animales sin cruces, que han mantenido sus características originales, hecho que los convierten en un alimento de calidad extraordinaria, disponible en los mercados con una etiqueta de control numerada. De sabor intenso, carne melosa y ligero aroma a frutos secos, evoca los pollos de antes, bien criados y naturales, lo que es posible gracias a los avicultores y campesinos que los recuperaron esta raza en su día y han sabido conservarlo hasta hoy.
La Feria consolida la ubicación que estrenó el año pasado en la Granja lechera La Ricarda, un edificio de 1909, patrimonio cultural de interés local, que afectado por el crecimiento del Aeropuerto de Barcelona fue desmontado, trasladado y reconstruido en 2010 con elementos originales, ampliando el conjunto a tres naves. Pese a hallarse bastante cerca del centro, aquellos que vayan en coche pueden aparcar sin problemas en cualquiera de las distintas zonas habilitadas, a unos 700 metros, y pasear hasta el recinto. En esta próxima edición de la que se conoce como la Fiesta Mayor de Invierno, se celebra también la Muestra Comercial, la Muestra de Entidades y la Feria de Economía Social y Cooperativa del Baix Llobregat.
Justo en la entrada del recinto encontramos el punto de información turística, en el que nos informaron de todas las actividades de la jornada y nos indicaron los múltiples espacios en los que se desarrollaban. Nosotros empezamos haciéndonos una divertida foto en el stand municipal de concienciación para el reciclaje, que presentaba el servicio de limpieza y recogida de residuos de la ciudad, confirmando lo que ya sospechábamos: ¡somos 100% orgánicos!
En el stand de “La Porta del Delta”— además de regalarnos su fantástica taza— nos hablaron del parque agrario del Delta del Llobregat, una de las zonas agrícolas más antiguas y fértiles del país, patrimonio cultural, económico y ecológico de primer orden, situado justo en el centro del área más poblada de Cataluña. Con espacios naturales del río, las lagunas, edificios de interés como la Granja de la Ricarda o la Caserna de los carabineros, la playa con sus equipamientos… ¡Y todo a un salto de Barcelona, con transporte público, y multitud de itinerarios, culturales, de naturaleza y gastronomía!
En la carpa del Consell Municipal de Comerç, disfrutamos en diferentes momentos del día de juegos, globoflexia, taller de pintura de caras, juegos y bailes, así como la misteriosa aparición de unos magos de la escuela de Hogwarts… Pero la Feria está llena de momentos y actividades para disfrutar en familia, como por ejemplo en el pabellón de Economía Social y Cooperativa, donde pasamos ratos de lo más entretenidos gracias a la cúpula de Leonardo de Tata Inti o haciendo un slime de lo más pringoso.
En el Pabellón Agrícola pudimos contemplar los carros y caballos emblemáticos, así como ver de cerca a los protagonistas de la Feria: los pollos de pata azul. “¡Igual que los príncipes!”, dijo Pau. Y bien parecían de la realeza, con ese porte tan elegante. Aunque, todo sea dicho, nos hubiera gustado poder ver, e incluso acariciar, algunos polluelos, de los que solamente vimos fotos en la caseta de los criadores…
Con más de 80 actividades, distribuidas a lo largo de 3 días, que incluyen música o pintura en directo, espectáculos, algunos infantiles, pasacalles, talleres, etc., la feria transcurre en 15 espacios distintos, que incluyen los pabellones, la terraza, el mercadillo de productos artesanales, el enorme espacio gastronómico, con el bar, el restaurante y las diferentes zonas de ocio.
Espacios acondicionados y accesibles para todos los públicos, con detalles como grifos donde llenar las cantimploras, los vasos reciclables o la zona de lectura.
Y aunque la muestra recibe la visita de más de 80.000 personas, en ningún momento hay aglomeraciones y solo tuvimos que hacer algo de cola a la hora de comer.
La Feria Avícola dispone de una oferta gastronómica de gran calidad, en formatos y opciones para todos los gustos y paladares— des del desayuno de payés, pasando por las tapas, el menú completo o en su versión take away, sin olvidar los Showcoookings (muy en clave femenina) y sus degustaciones—, también con ofertas vegetarianas y sin gluten, todas a precios de lo más razonables, especialmente si se tiene en cuanta que son delicatesen de creadores locales, tales como waffle de ropa vieja de pata azul o chupa-chup de alcachofa, sin olvidar los sorprendentes remakes de pizza calzone y croquetas.
Menú sano y sabroso, de km 0, versátil como el pollo o la alcachofa locales, creado y servido por establecimientos reconocidos que saben tratar igual de bien al cliente que al producto, agrupados bajo la campaña con hashtag #elpratdegustal.
¡Y qué suerte que existan otras oportunidades a lo largo del año para satisfacer nuestro apetito, como las Jornadas gastronómicas en marzo o abril…!
Otro de los momentos estelares fue la gincana familiar “Praticipa” un juego para toda la familia, que hace un recorrido por los pabellones de entidades, El Prat Radio, el Stand Municipal y el exterior de la Granja y con divertidas pruebas, en las que los más pequeños tienen que mostrar su valor y compromiso con la ciudad para investigar y descubrir cuál es la mejor fórmula de laboratorio para el Prat. Y al terminar l@s niñ@s reciben un obsequio recuerdo de su participación (del que no vamos a hacer espólier, pero que a nuestro Pau le encantó).
Y como fin de fiesta, despedimos la jornada con una chocolatada popular, además de conocer a la mascota turística del Prat, el Puput “Punxetes”, quien nos obsequió con unos fantásticos cupones para descubrir y disfrutar de un sinfín de actividades en familia, 2×1, gratis o del 40% en lugares tan emblemáticos como el Museo Agbar, la Cripta de la Colonia Güell o el Parque Arqueológico de las Minas de Gavá, y otros 10. Así que nos fuimos de la feria con aún mejor buen sabor de boca, pese a no haber conseguido resolver el enigma sobre qué fue primero, si la gallina o el huevo. Claro que según Pau, el pollo de pata azul es el origen de todo, por lo de su origen real y tal… ¿Será verdad? El próximo año lo descubriremos (o no).
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Ver Política de Moderación de comentariosAna maría Ramírez
Me encantaría experimentar todas estas actividades ya q soy madre de una niña de 4años y es demasiado activa le encanta los animales por quiero explorar muchísimas actividades con ella