Hacía ya un tiempo que mi tribu y yo teníamos ganas de hacer una escapada en familia. Así que cuando nos ofrecieron la posibilidad de realizar un blogtrip a la caza de nuevos lugares por descubrir de la mano de BCN+, no lo dudamos ni un momento. Carretera y manta hacia el Moianès (y lo de manta fue casi literal, porque justamente nos pilló un día de mucho frío).
La verdad es que no conocíamos el Moianès y, a pesar del termómetro, nos gustó mucho. Empezamos nuestra mini aventura en les Coves del Toll, una de las cuevas prehistóricas de Europa más rica en fauna de hace 100.000 años y con restos de la Edad de Piedra.
Nada más entrar Tamara, nuestra guía, nos ‘tele transportó’ al Paleolítico Medio, explicando con todo detalle la historia de la cueva y sus habitantes remotos. Los peques quedaron a-lu-ci-na-dos de la expedición que estábamos viviendo: pasadizos de medio metro de altura, huesos del oso de las cavernas o rinoceronte, objetos que evidenciaban presencia humana de hace más de 50.000 años,… En fin, toda una aventura.
Tras salir de las cuevas, paseamos por un camino cubierto de hojas, hasta llegar a cuatro auténticas cabañas prehistóricas (bueno, eran reproducciones), donde jugamos a imaginarnos cómo vivían, dormían y jugaban entonces.
Tras volver al siglo XXI, cogimos el coche y nos fuimos hasta el Monasterio de Santa María de l’Estany, donde justo al lado, en el centro de visitantes, nos esperaba Marina para hacernos una clase súper didáctica de la historia del lugar: los orígenes del pueblo de l’Estany (‘estanque’ en castellano) y su transformación, con la construcción de una mina que facilitó la desecación de un estanque (de aquí el nombre del pueblo) hasta convertirlo en lo que es hoy en día.
Y tras la explicación, una visita a la Minas de l’Estany, donde nos hicimos una mejor idea de la obra de ingeniería de las minas y de su infraestructura, que consistió en canalizar y aumentar la pendiente para que el agua pudiera fluir a través de ella.
La cocina del Moianès
Ya a la hora de comer, fuimos hasta el restaurante Magadins Vell. Allí nos atendieron Ana y Elías, dispuestos a ofrecernos su carta de productos de proximidad típicos de la zona, como los embutidos del Moianès o el plato estrella de la comarca: el baiaton (un tipo de “trinxat” hecho a base de col de invierno -de su propio huerto que luego nos enseñó-, patatas y tocino). Una delicia la comida y una delicia el trato recibido. Súper recomendable.
Con la barriga llena y un frío considerable, salimos a pasear por el pueblo de Moià y su centro histórico, no sin antes subir hasta el Mirador de la Creu, a contemplar la vista panorámica del Moianès.
Lástima que en esta época del año oscurece tan pronto, porque lo cierto es que nos quedamos con ganas de conocer más la zona y sus pueblos: Castellterçol, Castellcir, Colluspina… ¡Habrá que repetir! 😉
Esta crónica forma parte del programa de visita organizado por la marca Barcelona és molt més de Diputació de Barcelona y el Consorci del Moianès. Las recomendaciones y opiniones aquí vertidas son independientes y basadas en nuestra propia experiencia.