Este es un relato de una preciosa aventura urbana en tribu. Porque tener hijos puede que dificulte algunas cosas, pero te regala una tribu y te amplia horizontes ofreciéndote otras visiones de la ciudad.
¡Es posible hacer una excursión con cochecito, yendo en transporte público y sin salir de Barcelona? ¡Sí, es posible! La Carretera de les Aigües nos ofrece un recorrido a hacer en aproximadamente una hora, sin paradas. Pero sobre el terreno y cuando vas con bebés con necesidades variables (un cambio de pañal por aquí, un poco de pecho por allí) todo es posible, y en nuestro caso fueron dos horas bien largas. ¡Pero fue un paseo muy agradable!
Lo primero de todo es contar con una bolsa bien cargada de agua y protección solar. Durante el trayecto no hay ningún lugar donde te puedas hacer con una botellita de agua y las sombras tampoco son muy amplias. ¿Y cómo llegar? Es una pequeña gimcana que os descubrirá una Barcelona salvaje y verde poco conocida para los más urbanitas.
La línea Barcelona Vallès de los Ferrocarrils de la Generalitat tiene una parada que se llama Peu del Funicular a través de los ramales S5 y S55. Desde allí, sale el Funicular de Vallvidrera, un pequeño medio de transporte sin conductor que sube la montaña (cuidado, que las puertas se cierran enseguida sin avisar y sin nadie humano que las pueda frenar!). Nos detenemos en la primera parada, Vallvidrera Inferior. Y ya está! Toda la Carretera de las Aigües para nosotros.
En un día laborable, nosotros fuimos un viernes cuatro mamis con nuestros bebés, estábamos casi solas. No se oían coches, sólo se les veía de fondo como pequeñas hormiguitas, y todo el skyline de Barcelona nos esperaba. Cogimos el camino bajando de la parada a mano izquierda, para ir hasta el Tibidabo. El camino es de arena pero con los cochecitos de hoy en día no hay problema! A medio camino (después de haber hecho unos dos kilómetros) hay un precioso banco donde hacer una parada o, si no, cualquier rinconcito con sombra será una buena excusa para un puesto.
Durante el camino, estuvimos identificando los edificios que se ven de la Avenida Diagonal, la Sagrada Familia, la Torre Agbar… y también descubrimos algunas casas escondidas (¿quién vivirá en ellas?).
Al final del camino hay un parking (lleno de coches de la gente que sube a correr o a montar en bicicleta) y hay que recorrer un trocito por la carretera hasta que llegamos en la explanada del Funicular del Tibidabo. Los más sedientos pueden disfrutar de un refrigerio en el mítico Mirablau. Desde aquí, seguimos a pie hasta la Avenida Tibidabo o esperamos el autobús o el tranvía azul. Nosotras, con cuatro cochecitos, optamos por bajar directamente a pie entre las grandes mansiones señoriales (reconvertidas en escuelas, fundaciones, etc.).
Cuando llegamos al final de la Avenida parecía que volvíamos de la guerra, ¡pero la aventura valió la pena!
Y aquí tenéis a estas mamás valientes, ¡con toda la ciudad a sus pies!
¡Bravo, chicas! ¡A salir de casa y enseñar el mundo a nuestros peques!Éste es el relato de una preciosa aventura urbana en tribu. Porque tener hijos puede que dificulte algunas cosas, pero te regala una tribu y te amplia horizontes ofreciéndote otras visiones de la ciudad. ¡Muchas gracias a Laia B., de Petits Retrats!
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Ver Política de Moderación de comentariosroberto
Pero bueno cuanto bebé precioso junto!!!!!
besos y que sepáis que me dáis muuuuuuuuuucha envidia!!!!
Roberto (papa de Greta)
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