ColaboracionesRespetar la individualidad en la expresión infantil

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Cada familia es un mundo y en consecuencia, cada niño también. La diversidad caracteriza cada vez más nuestra sociedad, sea por la creación de nuevos tipos de familia, sea por las nuevas oportunidades que se abren a los niños de ser sí mismos cuando en casa y en la escuela se tienen en cuenta sus características individuales.

Cuando los niños son pequeños, entre los cero y siete años, los padres solemos estar especialmente atentos a todo lo que hace nuestro hijo. Podemos decir que son años muy sensibles, en los que nuestra consciencia sobre la importancia del cuidado infantil es mayor. Son años en los que la necesidad de afecto del niño es muy evidente y para ello la familia juega un rol importantísimo.

Sabemos que el amor es el motor principal que les ayuda a crecer, pero obviamente, también conocemos la necesidad de crear un ambiente sano que le pueda acompañar.

Intentamos, siempre que podemos, apoyarles en sus logros, porque sabemos lo importante que es la autoestima en la formación de una personalidad saludable de un niño. Esta preocupación por ayudar al niño en la construcción de su autoestima se refleja muchas veces en el modo en que le acompañamos mientras dibuja o crea con sus manos.

Pasta de sal

Historia de un dibujo en dos episodios

Imaginemos, por ejemplo un niño de cuatro años que dibuja en la mesa de la cocina mientras su madre está cocinando. El niño está dibujando un hombre en el centro de un papel. Al cabo de un rato, va hablando sobre lo que el hombre hace, dibuja unas formas irregulares alrededor, para finalmente terminar haciendo unas manchas que tienen un aspecto abstracto. La única cosa que podemos relacionar con el mundo real es el dibujo central del hombre misterioso. La madre se siente preocupada por el inquietante personaje central, pensando que tal vez se trate del padre. “Tal vez está dibujando a su padre solo en medio del mar porque lo siente lejos. Hace tiempo que pienso que trabaja demasiadas horas…”.

Después de hacer esta silenciosa interpretación, en seguida se da cuenta de que está poniendo una cara de preocupación que el niño no comprende, y se apresura a decir “¡Qué bonito!”. Apenas han pasado unos segundos, en los que ha observado el dibujo junto al niño, siente la necesidad imperiosa de preguntarle: “¿Quién es este señor?”. El niño, que aún no había terminado el dibujo, le dice “Es el tío Juan. Ahora sale a pasear al perro”. A lo cual le pregunta la madre “¿Dónde está el perro?. “Aquí”, le responde el niño, y sigue dibujando. El perro es enorme, incluso más grande que el tío Juan. Y así continúan los dibujos y las interpretaciones y comentarios de la madre, en una conversación en la que la madre oscila entre un elogio que se centra en el resultado, y que implica una valoración (“¡Qué bonito!”) y el análisis del significado (“¿Qué o quién es?”).

Dibujo infantil

La historia del dibujo del supuesto Tío Juan y su perro no termina ahí

El dibujo, que había quedado olvidado en algún rincón de la casa, ofrece la oportunidad al niño de tener otra experiencia sensorial. Una oportunidad que se crea él mismo, pues ha encontrado una máquina perforadora de papel en el cajón de su hermano mayor y un pequeño ovillo de lana en la caja de costura de su madre. En un momento dado, se decide a perforar el dibujo. Mientras lo está haciendo, la madre se preocupa por el dibujo, el cual quería conservar, y le dice “¿Porqué lo agujereas? ¿No lo quieres guardar? Se lo podremos traer a tu tío Juan, para que vea que te acuerdas de él”.

El niño, enfrascado como está en su tarea, decide continuar su labor, coge una lana y comienza a “coser el dibujo”. La madre, un poco desconcertada por el resultado, esta vez espera a que el niño finalice su tarea para intervenir. Sin embargo, en cuanto cree entender lo que está intentado hacer su hijo, se apresura a reconducir la situación para reforzar el trabajo creativo de su hijo diciéndole “¡Qué maravilla! ¡Le has puesto un marco al dibujo del tío Juan!”. El niño, con una mirada entre el desconcierto y el enfado, mira a su madre mientras le dice “¡Mamáaaa! Que no es un dibujo para el tío Juan, he hecho un reloj para la pared!”. La madre no sabe qué contestar, y en esta ocasión se limita a observar antes de continuar hablando. En efecto, el dibujo con los agujeros perforados en distintos puntos, y una especie de flecha de lana en el centro, recuerdan a un reloj.

“Pastel de cumpleaños”

Las necesidades del niño y las del adulto

Esta anécdota nos ilustra una situación que se da en ocasiones con la mejor intención, en muchas casas, sobre todo durante los primeros años del desarrollo infantil. ¿Qué significa exactamente que un dibujo infantil sea bonito para un adulto? Los ejercicios que realizan los niños pequeños ¿tienen que gustarnos, tienen que ser bellos, bonitos, especiales? ¿Con qué criterios estéticos decidimos que algo es bello?¿Por qué sentimos la necesidad de juzgarlos, valorarlos? ¿Es necesario que interpretemos sus dibujos, hacerles preguntas acerca de su significado? ¿Qué ocurre cuando un niño en su experimentación encuentra soluciones plásticas que no encajan con nuestras expectativas? ¿Es necesario preocuparse por las elecciones estéticas de los niños cuando dibujan, en el caso de un niño sano?

¿Qué caracteriza el dibujo del niño menor de siete años?

Imaginemos un niño, por ejemplo, menor de siete años. ¿Qué lo caracteriza? El movimiento, el tacto, la curiosidad, la experimentación, la fantasía. Los niños conocen el mundo y aprenden moviéndose, experimentando y jugando.

Tenemos que considerar que un niño de esta edad cuando dibuja no está preocupado por la representación del mundo exterior, sino que vive muchísimo en su cuerpo físico, a través del cual se expresa con distintos lenguajes, entre los cuales está el papel.

Su interés hacia la representación del mundo exterior comenzará a aparecer discretamente al final del primer septenio, e irá aumentando durante el segundo. Eso no significa que las vivencias de los niños no aparezcan en sus dibujos y creaciones. A partir de una cierta edad lo hacen, pero mezcladas con la fantasía, y nunca con la intención de “copiar” la realidad a nivel técnico. Además los significados, muy especialmente para los menores de cinco años, pueden cambiar durante y después de su realización: como hemos visto, lo que comienza siendo una cosa puede terminar siendo otra.

Así, una de los problemas de interpretar los dibujos de los niños es, en primer lugar, acertar la intencionalidad que tenían. El riesgo es que si nos equivocamos en las interpretaciones el niño puede sentirse inadecuado. En segundo lugar, cuando interpretamos y damos un significado a los dibujos que hacen espontáneamente, les enseñamos que la experimentación plástica debe tener un objetivo concreto, un resultado, y así los desviamos de la satisfacción de disfrutar el proceso. Cuando además de la interpretación emitimos un juicio, podemos caer en el riesgo de que el niño dependa de la aprobación del adulto para sentir que lo que hace tiene una validez.

Muñeco

Cómo acompañar a los niños mientras dibujan y pintan

Los niños necesitan para construir su autoestima sobre todo dos cosas: amor incondicional y experiencias de hacer cosas por sí mismos. En el niño más mayor la expresión infantil puede ser una oportunidad de experimentar logros personales cuando el niño se plantea un objetivo técnico y lo quiere conquistar. Sin embargo, el niño pequeño no se marca un objetivo en el dibujo, lo hace por el placer de hacerlo. Se trata de otro tipo de juego, en el que lo importante es el proceso, la vivencia y no el resultado. Por tanto el niño pequeño no busca gustar al adulto, ni busca la originalidad estética en lo que realiza. El niño pequeño no es un artista, no trae un mensaje al mundo fruto de una investigación estética o de una biografía. El reto como adultos está en acompañar a los niños desde el no juicio de sus creaciones, dejándoles experimentar y disfrutar a su ritmo y sin mezclar nuestros criterios estéticos adultos basados en criterios personales o culturales.

Lo que sí podemos hacer por ellos para ayudar a su desarrollo personal, es acompañarles durante su proceso de experimentación con nuestra presencia y empatía.

Tenemos que hacer el esfuerzo de dejar de lado nuestros gustos personales y nuestra tendencia a analizar, para simplemente, aceptar la peculiaridad de sus creaciones, y permitirles ser ellos mismos. Podemos adoptar el rol de “ayudantes”, proporcionándoles materiales diferentes con los que crear como la pasta de sal o materiales reciclados, y de acompañarles empáticamente.

El niño, cuando terminará una de sus creaciones, en ocasiones nos la mostrará, pero no para que emitamos un juicio sobre ella, sino para que le acompañemos en la alegría del descubrimiento o experiencia. Esa alegría puede ser acompañada por el adulto con una presencia atenta o como máximo con unas pocas palabras que describan el proceso, el esfuerzo, la observación o que simplemente compartan la alegría: “¡Te veo muy contento! ¿Has pasado un buen rato?”. “Veo que has decidido utilizar mucho azul”. “Veo que has llenado todo el papel”. También podemos esperar a que se exprese el niño antes de nada, y acompañarle en silencio, observando con atención y alegría interior lo que ha hecho. Muchas veces nos sorprenderemos, pues en realidad el niño no espera ningún comentario, y pasa directamente a otro juego, continuando su flujo natural de experiencias.

Dibujo infantil

Proteger el placer del juego creativo de los niños

En realidad, si analizáramos los ejercicios de los niños, encontraríamos muchos rasgos en común, como muchos profesionales que han estudiado la expresión infantil han observado en los últimos años. Pero el mensaje que hoy quería compartir con vosotros es el de la importancia de recuperar una mirada de la expresión infantil libre de presiones, que permita al niño ser él mismo.

Aceptar su individualidad es enviarle el mensaje de “te quiero tal como eres, al margen de lo que hagas”.

Tenemos la oportunidad de transmitirles que pueden encontrar sus propios caminos, los cuales, en la mayoría de ocasiones, no cumplirán nuestras expectativas. Los niños deben crecer en un equilibrio entre libertad y límites, y el ámbito del juego, realizado con materiales artísticos o de otro tipo, es lugar perfecto para que el niño pueda aprender, experimentar y disfrutar sin presiones externas.

Aceptar y respetar lo diferente

En definitiva, aceptar la peculiaridad de sus juegos, puede ser un primer paso para enseñarles, a través del ejemplo, a no juzgar a los demás, y a aceptar la diferencia y la diversidad. Cuando aceptamos que un perro sea más grande que una persona, que un pastel de cumpleaños sea todo azul o que un reloj realizado con papel y lana no tenga una funcionalidad real, estamos aceptando que existen cosas y personas que tienen significados y razones que se sitúan más allá de nuestros condicionamientos culturales o estéticos, y que no es necesario comprender para que las aceptemos. Los niños nos regalan la oportunidad de trasladar esa actitud de aceptación y apertura a otros ámbitos de nuestra vida.

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Categories: Colaboraciones,Navidades Made in Family

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