Educación InfantilLímites que cuidan

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Es muy interesante hacer un viaje a nuestra infancia y revisar nuestra historia con los límites.
¿De qué manera recibías los límites? Arbitrarios, negligentes, ordenados, coherentes, abusivos… Nuestra historia nos da muchas pistas para entender desde donde ponemos los límites y por qué, a veces, no nos sentimos seguras ni tranquilas con la forma en que los ponemos.

Los límites existen más allá de los que ponemos las adultas y los adultos. Los límites forman parte de la vida de todas nosotras, incluso antes de nacer. Un bebé que está en el vientre de la madre y quiere estirar un brazo y no puede, debido a que no tiene el espacio suficiente, se siente limitado. Se encuentra con un límite que no le permite hacer un movimiento y, al mismo tiempo, este límite lo contiene, lo sostiene y le da seguridad.
Las adultas a menudo nos sentimos inseguras en la forma de poner límites a nuestras criaturas. Venimos de una historia donde los límites, mayoritariamente, eran puestos desde una posición de autoritarismo en la que no había una reflexión ni una mirada respetuosa hacia el infante. Y la tendencia habitual es repetir patrones, sintiéndonos frecuentemente culpables, o querer evitarlos, hasta el punto de no poder poner límites efectivos y respetuosos.

Desde El Niu os queremos dar unas pistas de cómo poner límites de forma cuidada, amorosa y respetuosa. Y, por supuesto, animaros a dejar fuera la culpa en todas aquellas veces que no los ponemos tal y como nos gustaría. Todas ponemos los límites de la mejor manera que podemos y sabemos. Habrá días que nos sentiremos mejor en la forma que estamos acompañando a nuestras hijas e hijos y otros que sentiremos que no estamos muy acertadas. Así que, ¡fuera culpa! Cada día y cada situación es un aprendizaje y todas estamos en este camino de crecimiento continuo.

¿Qué función tienen los límites?

Los límites nos contienen, nos dan seguridad, nos sostienen y cuidan de nosotras mismas y de los demás, de los espacios, los objetos… También tienen una función de aprendizaje vital, donde las consecuencias inherentes a estos
límites nos dan la información y la comprensión necesaria para poder seguir creciendo y aprendiendo cómo nos sentimos con nosotras mismas, cómo se sienten aquellos que nos rodean y cómo funciona el mundo en el que vivimos.

Si voy por la montaña y, aunque me explican el peligro, toco una alambrada eléctrica, me pasa la corriente y me hace daño. Aprendo que no me conviene tocar la alambrada eléctrica.

Los límites nos dan un marco donde poder movernos con la seguridad suficiente de saber que nos estamos cuidando y estamos cuidando a quienes nos rodean. Cada persona y cada familia tiene que encontrar cuáles son los límites realmente importantes para ellas mismas y para el buen funcionamiento del colectivo. En el caso de una familia, ¿qué límites cuidan el buen funcionamiento de toda la familia y tienen presente las necesidades de todos los integrantes?

Tipo de límites

A nosotros nos gusta hablar de tres tipos de límites: infranqueables, flexibles y negociables.

Los límites infranqueables son aquellos que no queremos que se transgredan y, esencialmente, tienen una función de seguridad vital y de respeto: no pasar la carretera solos, no agredir…

Los límites flexibles son aquellos que pueden variar depende de la situación en la que nos encontremos: en casa nunca comemos chocolatinas, pero cuando vamos a una fiesta de cumpleaños y me ofrecen, puedo comer…

Los límites negociables son aquellos límites en los que, hablando con el infante, llegamos a acuerdos de cómo, cuándo o dónde serán efectuados: días de mirar dibujos, momento de ducharse…

¿Cómo ponemos los límites?

Es importante conocer bien la esencia de cada criatura y tener un vínculo emocional para que pueda sentirse segura y esté preparada para recibir el límite de forma cuidada, efectiva y amorosa.

Cuando las adultas ponemos límites, hemos de tener en cuenta diferentes aspectos: presencia, proximidad, mirada, comprensión, respeto, seguridad… Acercarnos de forma lenta y cuidada, asegurarnos de que nos escucha, a través del contacto físico y visual, y poder explicar de forma clara, sencilla y precisa cuál es el límite que estamos poniendo. Acompañar la emoción que se derive, sin juicio, haciendo que la criatura nos sienta disponibles para poder expresar aquello que necesite.

Es importante recordar que las niñas y niños lo hacen siempre lo mejor que pueden y que saben.

Consecuencias vs castigos

Tal como hemos comentado antes, las consecuencias inherentes a los límites tienen una función de aprendizaje vital, pero es cierto que venimos de unas experiencias basadas en los castigos y las amenazas y éstas a menudo nos invaden y, cuando menos presentes estamos, es más fácil que las traslademos a nuestras criaturas.

Hablamos de consecuencias cuando aquello que pasa después de un límite tiene un aprendizaje vital directo y consecuente con aquello que está pasando y el límite que estamos poniendo.

Si una criatura balancea un bol con sopa caliente y le explicamos que es importante que tenga cuidado porque la sopa quema, pero ella sigue balanceándolo y le cae encima, la quemadura es una consecuencia directa que le comportará un importante aprendizaje: si balanceo el bol, la sopa cae y me quemo.

También hay consecuencias que, a pesar de ser inherentes al límite en cuestión, las decide la persona adulta para que todo el mundo se sienta respetado y cuidado o para sentirnos seguras.

Si una criatura está echando arena encima de otra y esta le expresa que no quiere, pero la criatura sigue haciéndolo repetidamente, la adulta puede acercarse y explicarle que en este momento no está preparada para seguir jugando con la arena e invitarla a cambiar de juego.

Los castigos y amenazas son consecuencias no inherentes al límite, que las adultas inventamos para que la criatura sienta miedo y deje de hacer aquello que no queremos que haga.

Si una criatura balancea un bol con sopa caliente y le decimos que si se le cae la sopa la castigaremos a comer sola en su habitación, pero ella sigue balanceándolo y le cae encima, sentirá el miedo de la soledad y, la próxima vez que se encuentre en la misma situación, lo más probable es que lo deje de balancear, no porque tenga presente que quema, sino por el miedo a tener que estar sola en su habitación: si se me cae la sopa, me quedo sola en mi habitación y siento miedo.

Autoridad vs autoritarismo

La palabra autoridad a menudo no gusta, parece que la autoridad y el respeto no puedan ir de la mano.
Nosotras creemos que es muy importante diferenciar la autoridad que representamos las adultas cuidadoras, del abuso de la autoridad que, a veces, hacemos.
Sentimos que ejercer la autoridad desde el cuidado de saberse responsable y referente de las criaturas, dándoles un marco donde puedan moverse con la claridad y la confianza que les ayudará a construirse y a construir su propia visión del mundo, es imprescindible para acompañarlas de forma equilibrada y sana.
Cuando nuestro acompañamiento no está basado en el cuidado sino en la imposición, donde el miedo, los castigos, las amenazas, la falta de diálogo… son la base de nuestra relación con las criaturas, estamos abusando de nuestro poder y, por lo tanto, estamos acompañando de forma autoritaria. Frases como “tú eres pequeño y no sabes nada”, “se hace lo que yo digo porque sí”… llevaran a la criatura a construirse una personalidad basada en la inseguridad, la
desconfianza y el miedo a no poder ser ella misma.
Por el contrario, cuando nos relacionamos con las criaturas sin construir el marco de seguridad que tanto necesitan, dándoles una libertad que no están preparadas para gestionar, por miedo a sus enfados, a equivocarnos, a hacerles daño… la relación puede estar basada en una falta de autoridad que acaba desestabilizando el equilibrio entre ambos.
Es importante revisar nuestras vivencias de la infancia y observar cómo recibimos los límites para entendernos como cuidadoras y transformar, si hace falta, nuestra relación con éstos para poder ponerlos desde la autoridad que cuida y acompaña.

Taller presencial “Límites, una mirada amorosa. Deconstrucción de nuestra historia.”

Fecha: Mayo, día a concretar. Más info aquí.

Descripción: 

Sentimos muy interesante realizar un viaje a nuestra infancia y revisar nuestras vivencias con los límites. Nuestra historia nos da muchas pistas para entender desde dónde ponemos los límites y por qué, a veces, no nos sentimos seguras ni tranquilas.

A partir de dinámicas vivenciales os invitamos a hacer un recorrido por vuestra historia, a reflexionar, entendernos y transformar, si es necesario, nuestra relación con éstos, pudiendo así, situarnos desde el cuidado de sabernos responsables y referentes de las criaturas, dándoles un marco en el que puedan moverse con la claridad y confianza que les ayudará a construirse y a construir su propia visión del mundo.

A cargo de:

Laia Ros: Madre. Fundadora, gestora y acompañante de El Niu. Maestra de Educación Musical. Formada en Educación Viva. Maestra de Infantil y Primaria. Facilitadora de talleres de música en familia. Asesora técnica de Educación. Coordinadora de proyectos de Arteterapia en Nicaragua. Más de 20 años de experiencia acompañando a niños, niñas y a sus familias.

Maricarmen Martínez: Madre. Educadora infantil, psicomotricista Aucouturier, formada en acompañamiento emocional 0-6, terapeuta en Constelaciones Familiares, formada en Educación Viva., formada en Integración Relacional y Comunicación no Violenta. 12 años de experiencia como acompañante. Fundadora del Remolí, acompañamiento familiar. Actualmente acompañando al Niu y miembro del Equipo de pedagógico.


Categories: Colaboraciones,Educación Infantil

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