EscapadasLa Vall de Boí

Cuando aprieta el calor y se vive en una ciudad como Barcelona, a veces necesitamos huir un par de dias a la montaña. Pues justamente eso es lo que hizo nuestra tribu aprovechando que teniamos una caja de esas de “escapada con encanto” que caducaba a finales de mes. Buscando buscando, al final nos decidimos por conocer uno de los rincones más bonitos de Catalunya: La Vall de Boí.

Este valle, a tocar del Parc Nacional D’Aigüestortes, ofrece a sus visitantes múltiples opciones de entretenimiento: desde deportes de aventura hasta paseos cortos, caminadas de un par de horas o excursiones de un dia entero para visitar alguno de los maravillosos lagos. En nuestro caso teniamos claro que después del largo viaje con el coche (desde Barcelona se tardan unas 3 horas y media, que cuando viajas con niños fácilmente se van a las 5) haríamos todas las excursiones a pie y desde el hostal donde nos alojamos. La primera tarde la dedicamos a conocer y visitar la pequeña población de Erill La Vall y sus alrededores. Allí tuvimos nuestro primer contacto con la flora y la fauna del lugar…

Dejamos para el día siguiente la caminata más larga, la que nos llevó a conocer las poblaciones de Boí y Taüll. Fué toda una aventura ya que el camino era una ascensión prolongada y había que cargar con Noah, pero con nuestro Mei-Tai homemade y con un poquito de esfuerzo, pudimos disfrutar al visitar las dos poblaciones junto con sus iglesias románicas consideradas patrimonio histórico de la humanidad. La vistas desde sus campanarios son una auténtica maravilla.

El último día, nos apetecía hacer otra ruta, pero después de la excursión del día anterior no teníamos los gemelos para demasiadas alegrías. Así que buscamos una opción más plana. Cargamos el coche y paramos en la población de Barruera. Allí descubrimos una auténtica mina para las familias mamaproof. Un terreno más llano, un parque de juegos, unos carriles bici muy bien adaptados, un tramo de río ancho y tranquilo para remojarse, un cámping, unas piscinas municipales y, sobretodo, un rincón fantástico: El Salencar de Barruera.

Éste pequeño mundo mágico es un ecosistema que se formó con la inundación de parte del valle cuando crearon la presa que hay unos kilómetros más adelante. Para llegar a él hay que cruzar un puente muy pintoresco, que ya es en si una aventura, y una vez en él pasearemos por túneles naturales de vegetación autóctona, caminaremos por encima de plataformas de madera pasando ciénagas y pequeños estanques, nos podremos dar un baño de barro en su “bassa”… Un sinfín de lugares que podremos recorrer a pie o en bicicleta, ya que los caminos estan adaptados para ello.

Hay que decir que en los dos días que estuvimos allí, en todos los locales dónde comimos nos atendieron maravillosamente y nos ofrecieron tronas y juguetes para Noah. Se nota que están acostumbrados a un turismo familiar y están preparados para ello.

Como nota negativa, no todo iban a ser florecillas, destacar su lejanía. Como ya hemos comentado son 3 horas y media de camino. Lo mejor es planificar bien el viaje con un par de paradas (nosotros paramos en Balaguer y en Benabarre) y tomárselo con calma. Os aseguramos que al final del viaje la recompensa lo merece!