En familiaLa Tribu

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La Tribu es el proyecto de tres mujeres, Núria, Ingrid y Noelia, que unen fuerzas para ofrecer a las familias un acompañamiento integral de sus hijos a través del juego y la experimentación, respetando el propio ritmo del niño y poniendo particular atención al vínculo entre madres/padres e hij@s. Se trata de un espacio que acoge a los niños y a sus familias, por un lado, para compartir experiencias y recursos relacionados a la crianza de nuestros hijos (Núria) y, por el otro, ofrece un entorno adaptado al desarrollo psicomotriz de los infantes (Ingrid y Noe).

Antes de entrar en detalles y como referencia, tengo que decir quiénes son ellas y porqué las recomiendo a título personal. Por un lado, Núria ayudó a Emilio, mi hijo, en su proceso de adaptación en el primer año de guardería y, posteriormente, fue su maestra antes de entrar a P3. Por su parte, Ingrid y Noelia le alegraban los lunes pues eran las monitoras del taller de psicomotricidad, al cual asistimos puntualmente durante año y medio. Sin duda el lunes, era el día más esperado de la semana.

Así, el proyecto de Núria se llama Acompañamiento en la crianza y debe ser algo muy similar a los que hacía con nosotros los padres a la salida de la guardería: escuchar nuestras pequeñas angustias y preocupaciones con relación al comportamiento de nuestras fierecillas, ayudarnos a entender las tan desconcertantes reacciones de las que hacían gala y, darnos algunas pautas, siempre de una manera respetuosa, para lidiar con situaciones conflictivas.

Quizá una de las cualidades de Núria que más apreciaba era la escucha atenta. Y la ejercía tanto en adultos como en niños. Su trato con estos últimos siempre fue cercano, cálido, de igual a igual. Sobra decir que los niños la adoraban. Y, a pesar de ser muy joven y no tener hijos, siempre fue muy empática con los temores de los mayores. Y es que, en realidad, muchas veces somos los padres los que necesitamos ser escuchados y acompañados en el proceso de educar ¿o no?

Fue Núria precisamente la que me sugirió inscribir a Emilio a un taller de psicomotricidad. Ya no recuerdo que conducta inesperada tuvo en ese momento y que me hizo pedirle consejo. Seguro fue una normalísima para un niño de año y medio pero inexplicable para su novata madre. Lo que sí recuerdo son las risas y gritos de emoción de mi hijo corriendo por toda la sala, jugando al pilla pilla o saltando desde torres cada vez más altas.

El espacio habilitado en Brinkadeira para las sesiones de psicomotricidad fue un maravilloso descubrimiento: colchones donde saltar, escaleras que subir, pelotas que chutar, telas con que esconderse o disfrazarse y unos bloques lilas que sirven para casi cualquier cosa: casitas, caminos, plataformas de salto… Es el paraíso de los niños/as cuyo cuerpo y mente piden movimiento.

En cada encuentro, Ingrid y Noe creaban un espacio diferente, pero mantenían una clara rutina al inicio y final de la sesión. Ellas se colocaban cerca de los niños, a veces sólo observando, pero la mayoría de las veces, participando en sus juegos sin pudor alguno. Y es que las pequeñas fieras no les daban tregua: se les tiraban encima, las encerraban en la “cárcel”, jugaban a las espadas… Eso sí, siempre marcando límites para que no se pasaran de rosca.

Si algún padre/madre me pidiera un consejo (y sólo uno), le diría: inscribe a tu hijo a un espacio de psicomotricidad. Y no es sólo por la habilidad motora que desarrollan sino por los demás recursos que obtienen. La práctica psicomotriz, según la teoría, tiene como objetivo la maduración psicológica del niño a través de la vía corporal. Y el juego espontáneo sirve para expresar, a través del cuerpo, el mundo afectivo.

Pero dejando las teorías de lado, lo que está claro es que es muy bueno para los niños. Seguramente es la razón por la que cada vez más escuelas incorporan esta práctica en su rutina semanal. Yo he constatado directamente sus beneficios en Emilio. Tiene una destreza motora envidiable (está a años luz de mi propia torpeza) Pero lo que destacaría por encima de todo, es la confianza en si mismo que ha adquirido a base de alcanzar sus objetivos. A los dos o tres años los objetivos son sencillos (saltar desde una torre alta o subir una escalera sin caerse) pero la felicidad es inmensa. Y la suma de pequeños logros y pequeñas alegrías va formando camino en su espíritu hacia retos mayores.

Y es que, si uno lo piensa un poco, en la vida les tocará superar muchos obstáculos ¿Qué mejor regalo podemos darles que el descubrimiento de su propia fuerza interior?

Categories: En familia,Escuelas y grupos de crianza,Extraescolares en Barcelona,Maternidad y embarazo

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  1. Mavi

    Que crónica tan bonita! Es verdad que el conocimiento de su cuerpo y posibilidades es fundamental para nuestros hijos ¡ganan tanta seguridad explorando!

    Reply
  2. Pingback: Lugares y herramientas para educar con concienciaMammaproof Barcelona

Reply To Mavi

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