El Movimiento Libre es una oportunidad para el conocimiento de nuestros hijos e hijas con la mirada puesta en sus capacidades, entendiendo que nuestro papel es crucial, pero de una forma distinta a la que normalmente establecida. Necesitan de nuestra presencia, de nuestros cuidados y que les brindemos una mirada atenta y un marco asegurador, pero no necesitan que les enseñemos a caminar, necesitan que les brindemos nuestro apoyo para hacer su propia conquista.
Las bases del movimiento libre
Podríamos decir que el Movimiento Libre es una forma particular de entender el desarrollo motor donde el adulto apoya, pero no coloca al infante en posiciones que no ha logrado por sí mismo, ni lo adelanta en su desarrollo ni le enseña a moverse. Entendemos el desarrollo motor como una cuestión madurativa e intrínseca a la especie humana. El bebé aprenderá a caminar porque está preparado para caminar, no porque nadie le enseñe, lo mismo que ponerse boca abajo o sentarse.
Desde el mismo momento de nacer el bebé ya muestra esta actividad autoinducida de la que hablamos, mueve brazos y piernas, busca el pecho de su madre y mira alrededor buscando su rostro. El recién nacido ya cuenta con capacidad para la autonomía y la acción, es aquí cuando el adulto debe saber escuchar y atender a esta capacidad, darle un lugar, dialogar y buscar la cooperación con el bebé durante los cuidados cotidianos.
Sabemos que el movimiento se da de forma autoinducida y autónoma, así que lo que bebé necesita es un vínculo seguro con los adultos de referencia y un espacio y unos materiales pertinentes que apoyen su desarrollo.
“Al bebé y niño/a pequeño se le habla siempre de forma honesta, se le anticipa lo que va a suceder y se lo trata como a una persona de pleno derecho”
El recién nacido pasará la mayor parte del tiempo siendo alimentado, cuidado o durmiendo, pero toda esta capacidad y competencia autónoma necesita su lugar, dejemos que se mueva, que se meta la mano en la boca y descubra su propio cuerpo con placer y alegría.
¿En qué momento empezamos a dejarles “libre”?
Desde el mismo momento de nacer el bebé ya muestra esta actividad autoinducida de la que hablamos, mueve brazos y piernas, busca el pecho de su madre y mira alrededor buscando su rostro.
- El recién nacido ya cuenta con capacidad para la autonomía y la acción, es aquí cuando el adulto debe saber escuchar y atender a esta capacidad, darle un lugar, dialogar y buscar la cooperación con el bebé durante los cuidados.
- El recién nacido pasará la mayor parte del tiempo siendo alimentado, cuidado o durmiendo, pero toda esta capacidad y competencia autónoma necesita su lugar, dejemos que se mueva, que se meta la mano en la boca y descubra su propio cuerpo con placer y alegría.
- Simplemente lo dejamos siempre boca arriba cuando está en una superficie en horizontal y a partir de los 3 o 4 meses que hay más estados de vigilia y actividad le empezamos a preparar el suelo
¿Cómo acompañamos desde el movimiento libre?
- Libertad de movimiento: no colocamos al bebé en posiciones a las que no llega por sí mismo ni le enseñamos a moverse. El bebé marca sus propios objetivos y retos.
- Un vínculo asegurador: la relación con el adulto será siempre la base del despliegue de las capacidades de bebés, niños y niñas.
- El ambiente preparado: espacio suficiente, seguro y cuidado con materiales pertinentes y suficientes para el momento de desarrollo
- Tiempo suficiente: el bebé necesita tiempo para descubrirse a sí mismo y al mundo a través de su propia acción, no lo interrumpimos constantemente ni le decimos qué o cómo debe hacer.
“El infante no es una marioneta en manos de un adulto todopoderoso. Hay que estar muy presente, pero de forma diferente, se debe acompañar creando un marco protector.”
Emmi Pikler
¿Cómo preparamos el espacio y los materiales?
Desde esta idea de acompañamiento al desarrollo motor el bebé, niño y niña decide con qué juega, de qué manera, durante cuánto rato, en qué lugar y en qué posición.
El infante necesita al adulto, mucho, pero de otra forma a la que suele ser común, el adulto da apoyo, sostén y unos cuidados de calidad, pero el ritmo de desarrollo y los intereses corresponden al infante, es su conquista.
- Posición inicial: la posición inicial será siempre boca arriba, desde ahí el bebé podrá llegar a el resto de posiciones, podrá autorregular la intensidad de su actividad, conocer y controlar sus manos y sus pies, coger objetos, mirar alrededor, comunicarse y darse la vuelta cuando esté preparado/a.
- El suelo: es necesario que el suelo sea firme, que no se hunda, donde el bebé sienta también unos apoyos firmes y un centro de gravedad estable. Al principio buscaremos un espacio con unos límites físicos claros que le ofrezcan contención, pero a su vez con un espacio siempre suficiente y superior al que necesite para moverse.
- Materiales: ofrecemos materiales desestructurados que den respuesta a los distintos momentos de desarrollo, intereses y formas de manipulación. Empezaremos con 2 o 3 materiales siempre al alcance de la mano e iremos ampliando.
- Mobiliario: una vez empiece a desplazarse ofreceremos opciones motrices como tarimas elevadas en las que apoyarse y/o subir.
- El adulto: el adulto prepara el espacio, recoge los materiales y los va ordenando, observa al infante para conocerlo en profundidad sin interferir, pone palabras, anticipa y describe el contexto y disfruta y comparte la alegría de bebés, niños y niñas en sus procesos de desarrollo.
¿Qué beneficios tiene para bebés, niños y niñas?
Cuando hablamos de beneficios pensamos sobre todo en bebés, niños y niñas que pueden desarrollarse acorde a sus capacidades y a su tiempo. Nadie espera que hagan algo para los que no están preparados, por lo que el sentimiento de capacidad aflora.
Un bebé que puede rodar por el suelo es un bebé que vive con placer su cuerpo y sus capacidades, que puede desarrollar su autonomía y que siente el apoyo de los adultos que lo cuidan. En cambio, un bebé sentado de forma prematura es un bebé que queda muchas veces inmovilizado, que es sacado de su competencia, que necesitará al adulto para llegar a esta posición y para salir de esta posición. Habrá que acercarle continuamente los juguetes, se sentirá cada vez menos capaz y más dependiente, será así colocado en la incapacidad y veremos en él muchos más estados de frustración e incomodidad.
No podemos pensar en el movimiento libre solo como una cuestión meramente fisiológica, aunque también lo sea, es una forma de comprender al infante desde su capacidad, una forma de acompañarlo, mirarlo, tocarlo y comunicarnos con él. Es una cuestión ética y epistemológica desde la que buscamos que el infante pueda desarrollar sus potencias con placer y alegría.
El movimiento libre forma parte de una mirada y una forma de querer relacionarnos, que empieza cuando nuestros hijos e hijas son bebés y que se extiende a lo largo de la vida, es una forma de entender la educación y la crianza donde las tensiones y las luchas de poder no tienen cabida. Una forma de estar que nos permite vivir nuestra vida de forma coherente y disfrutando de la alegría del cotidiano.
