La fotógrafa Raquel Banchio comparte con nosotros un emocionante reportaje realizado dentro del marco de un proyecto personal sobre la vida y el amor. En un futuro pretende llevarlo a exposición para mostrar, concientizar y así valorar este instante inigualable que es dar a luz.
En estos días he presenciado varias veces el instante más preciado y perfecto que, día tras día y segundo a segundo, se repite incesantemente en cada rincón del planeta: un nacimiento. Perfecto, sagrado, y a la vez simple.
Luego de fotografiarlos me queda una sensación de gratitud infinita y desmedida por poder presenciar el comienzo de la vida en su estado más puro e inalterable. Me permitió tomar conciencia de esta belleza, y sobre todo valorar la vida tal cual es y se nos da. Fueron partos naturales, respetados, y amados.
De esta vivencia me han quedado imágenes concretas.
La imagen de las madres, que por segundos sentían que no podrían, que el dolor se hacía insoportable. Pero inmediatamente se fortalecían, porque parir es un acto de amor desmedido, y seguían adelante fuertes, frágiles y bellas.
Porque visto desde fuera, sentía que este dolor concreto es realmente un dolor cargado de vida y de amor. Es renunciar por un momento al bienestar físico para dejar nacer, y es justo desde este punto de vista que lo he sentido bello, sublime.
Otra imagen que me ha conmovido e impactado es ver como los papás parieron también, acompañando hasta las lágrimas a las mamás de su preciado tesoro. ¡Cómo amaron a sus parejas! Las amaban en los detalles concretos, como darles agua, abrazarlas, y en cada momento apoyándolas y haciéndoles saber cuánto las amaban.
Desde mi perspectiva veía como estos hombres se enamoraban aún más de sus parejas. Como por momentos les invadía esa angustia de no poder compartir el dolor físico, de no poder aliviarlo, de no poder hacer nada más. Pero en la misma medida que sentían esta “impotencia” sentían más amor por ellas.
Y al final vi llegar la maravilla: los padres reconociendo a su bebé. No había dolor, ni angustia, ni nada más que la vida misma. La contemplación de la perfección, la dicha, la emoción, la paz y conciencia me hacían sentir que estaba ante el momento más importante de la vida.
Y vi como la vida del recién nacido comenzaba mientras los padres retomaban la suya poco a poco. Y contemplé como cada mamá iba acariciando y reconociendo a su tesoro, a su cachorro, cómo le miraba, cómo le entendía…
Y vi como los bebés sienten, como palpitan al son de la respiración de su madre, y como se apegan a su pecho sintiendo la piel. Veía como el amor en su estado puro y natural iba y venía. Y como los papás observaban serenos, calmos y tranquilos, dejándose llevar por el milagro de la vida que acaba de tocarlos.
Y por último vi a la gran figura que está ahí como custodia consciente de este milagro que acontece “así de normal”: la comadrona. Que acompaña, que ama, que susurra seguridad y serenidad a la mamá que es fuerte pero se siente frágil y vulnerable. Estas mujeres me han llegado adentro por su amor al milagro de la vida. Y me han quedado guardadas sus miradas llenas de amor y sus gestos cargados de pasión por lo que hacen.
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Uf… (me estoy recuperando). Precioso, gracias por compartilo.
elena
Impresionantes imágenes y magnífico texto.
Enhorabuena a es@s nuev@s madres y padres, y gracias por compartir esos mágicos momentos.
Paula Dietz Rauber
Bellísimo trabajo! Has plasmado emociones y has dado a estas familias un recuerdo único, inolvidable!
Basile Pesso
Excelente y muy emocional, seguro ! Seria difícil decir que no, y difícil también decir algo original porque la simplicidad necesita mi discreción. De toda manera todo es dicho en el texto 🙂
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