Que ilusión nos hacía salir del ritmo frenético de Barcelona y escapar hacia el paraíso natural de La Vall d’en Bas Cogimos el coche y carretera y manta mientras los niños hacían la siesta… ¡Bendito silencio! Llegamos al albergue puntuales y ahí nos recibieron con una gran sonrisa, nos explicaron el funcionamiento y los horarios del albergue y nos dieron la llave de la habitación.
El albergue era muy nuevo, tanto, que parecía que lo estrenábamos. La habitación que cogimos era de 5 personas, 2 literas y una cama individual que, evidentemente, con nuestro estilo colechero juntamos para acabar formando una cama gigante donde dormir los cinco bien arropaditos. El lavabo también súper amplio con baño y ducha, no sé porqué pensaba que los albergues no tenían lavabo individual…¡seré cateta!
En fin, que hicimos las camas y desde la ventana pudimos prever el relax que nos esperaba, paisajísticamente hablando, porqué con tres niños el relax es una utopía.
Cuando todo estuvo listo bajamos a cenar junto con las demás familias con las que compartiríamos el fin de semana.La comida estaba muy bien, había bastante donde escoger y los niños devoraron los platos, si el self-service ya es una aventura para los mayores, imaginaros los niños con buffet libre….
Antes de ir a dormir nos explicaron un poco el planning del fin de semana, y aunque se preveían lluvias, la idea era no dejar de hacer nada.
Al día siguiente desayunamos muy completo, nos preparamos y esperamos a que todo el mundo estuviera listo. Por suerte, el albergue está situado detrás de un campo maravilloso donde los niños pudieron correr, observar bichos y jugar tranquilamente hasta que el plan estuvo establecido.
Como se preveían fuertes lluvias cambiamos un poco el orden de los planes y nos fuimos a dar un paseo por la zona, enseguida llegamos a un parque donde todos los niños estuvieron jugando un buen rato, también estaban las vías del mini-tren donde yo misma me convertí en uno := La excursión debía continuar, pero ten hijos y cambiaras tus planes, con lo que con una rabieta de tres pares yo tuve que volver con mi hijo mayor al albergue. Nos perdimos la excursión pero tuvimos un rato en exclusiva él y yo que desde hacía tiempo nos merecíamos.
Antes de comer ya estábamos todos juntos de nuevo, y desde la organización hicimos un taller de pociones. Estaba todo preparado: botellitas de cristal, alcohol, hierbas flores y especias, fichas de plantas medicinales…. Cada familia debíamos inventar una poción y regalarla a otra familia. Nosotros hicimos la poción ROMERITOS (por eso del apellido) que curaba cualquier mal. Los niños disfrutaron como enanos que son, concentradísimos en hacer la poción bien hecha y a que no faltara ni un solo ingrediente.
Después ya comimos, y yo, aproveché la excusa que Joan necesitaba dormir para tumbarme con él un buen rato. Al despertarnos el Alcalde había venido al albergue y nos explicaría la historia de la zona y también nos guiaría en una visita por Hostalets, Sant Privat y otros pueblecitos pertenecientes a La Vall d’ en Bas. Llovía, pero a todos les daba igual.
Cogimos los coches y nos dirigimos a Hostalets. ¡Qué preciosidad! Las calles, las casitas…incluso creo que la lluvia aún le daba más belleza a aquel lugar. Pisando charcos y mojándonos como pollos fuimos haciendo la ruta por el pueblo, el Alcalde compró coca y la repartió entre las familias. ¡Qué buenísima estaba!
Todas las familias iban bien equipadas para la lluvia, chirucas impermeables, chubasqueros, paraguas, etc… Nosotros como buenos urbanitas y familia caótica que somos (y con mucha honra) no llevábamos siquiera paraguas. Al principio fue divertido, pero cuando ya llevábamos un rato con los pies totalmente mojados y calados hasta el cuello, salió la madre responsable y gruñona que soy y dije que no seguíamos, por lo tanto el resto de familias se dirigieron a hacia Sant Privat y nosotros, con la excusa, a Olot ¡a comprar equipo!
Cuando quisimos regresar ya se nos había pasado el tiempo y decidimos volver al Albergue, ahora si, listos para encarar la lluvia que ya había cesado :S Al cabo de un rato regresaron el resto de familias sorprendidas por nuestra ausencia….
Por la noche después de cenar… ¡otra aventura! Aparecieron dos brujos que necesitaban los ingredientes de una poción mágica, y los ingredientes estaban perdidos por el albergue y por el campo de detrás de éste. Cogimos los frontales, nos abrigamos y nos fuimos a la aventura. Los niños estaban emocionadísimos, hicieron equipo y lograron encontrar todos los ingredientes que faltaban para poder hacer la gran poción.
Ya cansados de todo el día fuimos a dormir sin discutir 😉 Al día siguiente, ya equipados con todas nuestras compras para la lluvia…¡¡¡salió el sol!!!! ¡Que gustazo! Con la lluvia del día anterior los colores del paisaje estaban totalmente candentes, un verde precioso, unas nubes súper mulliditas y blancas, un azul cielo esplendoroso….
Estuvimos también un rato por el campo trasero y, tras un buen desayuno, nos fuimos por fin al Mallol. Otro pueblecito encantador, lleno de rincones insospechados. Ahí nos esperaba la guía de la actividad con una gincana de códigos QR!
Con algunas pistas y en dos equipos distintos, teníamos que encontrar una serie códigos QR y leerlos con el teléfono a fin de encontrar nuevas pistas que nos proporcionaban fichas con información sobre la historia del pueblo. Los niños y los adultos corríamos cuesta arriba y cuesta abajo (que os asegura que no era poca cosa) buscando las pistas y haciendo los juegos que éstas nos proponían, gracias a ello conocimos el Mallol a fondo y nos lo pasamos estupendamente.
El plan para después era ir a visitar algún otro lugar pero “de buen rollo” propusimos ir a hacer el vermutillo, una cervecita bien fresquita ¡¡¡por favor!!! ¡Y sí! Nos llevaron en seguida al SAT Cooperativa la Vall d’en Bas: un lugar precioso, con un gran parque para los niños, servicio de bar y de restaurante y una tienda preciosa con productos del lugar: pan, carne, embutido, mermeladas, frutos secos, productos Eco y Bio, etc. Una delicia.
Estuvimos un buen rato en el lugar, los niños corrían y jugaban entre ellos y los adultos tuvimos una gran oportunidad para conocernos mejor, hablar de nuestros blogs y trabajos, crianza, etc…
Finalmente decidimos partir para la que sería nuestra última comida en el Albergue. Hicimos las maletas y con gran pena nos despedimos del lugar, aunque la despedida no será por mucho tiempo, pues ya planeamos otra escapadita aprovechando el buen tiempo para conocer esos rincones que por falta de tiempo no pudimos descubrir.
Agradecer la gran hospitalidad de la gente de la Vall d’en Bas, de la organización de #FamíliaIntrépida, una gran idea que seguro que dará sus frutos.
Viajar con niños usando albergues de proximidad es algo nos habíamos planteando nunca, aún no entiendo porqué, pues es una gran opción en todos los sentidos. ¡Hasta pronto Vall d’en Bas!
