La carretera sinuosa que conduce a Tossa de Mar esconde una de las joyas de la Costa Brava. Próxima, con un punto de inaccesibilidad. Turística, pero con rincones escondidos. Conocida, pero con ganas de ser descubierta.
Gracias, nuevamente, a la iniciativa Família Intrèpida los albergues Costa Brava Pirineu, hemos redescubierto Tossa. La última vez, aun éramos sólo tres. Ya nos encargamos de recordarle a nuestros peques donde eran hace poco más de tres años respectivamente. Y también para comprobar que pasamos de puntillas por este bonito pueblo, sólo visitando parte del centro del pueblo y la playa de Ses Dones. Buscando la postal. Pero en familia sí se puede hacer un turismo más profundo.
Esta vez, las 48 horas que hemos pasado nos han permitido un punto de vista, como decimos en casa, “más mejor”. Y hemos conocido como es La vida en el mar.
Llegamos el viernes y aparcamos el coche. No lo volveremos a tocar hasta el domingo. Lo primero que redescubrimos es la iglesia de San Vicente, barroca, del siglo XVII. Nos paseamos por delante buscando nuestro alojamiento: el Manà Manà Hostel. Una antigua pensión reformada en el único hostal de la población. Lo lleva una pareja joven, Marta y Dani, con muchas ganas de ofrecer propuestas de ocio para cualquier edad. A pesar de ser un establecimiento pequeño, cuenta con algunas joyas. Pero destacaría una: la impresionante azotea con vistas a la iglesia y decorada con aires marineros y bohemios.
La salida la hacemos en otoño, pero en la maleta hemos cogido de todo: sudadera, botas, bañador, toalla … Y creedme, que lo utilizamos todo.
Sábado, las nubes amenazantes nos acompañan desde primera hora. Pero a ninguna de las familias intrépidas nos echa atrás. Ya hemos decidido que con los más pequeños nos pararemos en Cala Pola, donde tomaremos un barco de vuelta de aquellos del fondo transparente. Pero las nubes tienen otros planes para nosotros… Josep, nuestro guía del fin de semana, nos anima a acelerar el paso mientras nos va avanzando que las condiciones meteorológicas se están torciendo. Pero cuando se cierra una puerta, abre una ventana ¿verdad?
Llegamos justo a tiempo a la cala antes de que caiga un aguacero enorme. Comemos de picnic bien resguardados mientras valoramos las opciones sobre la mesa. Finalmente, descartamos la barca y volvemos hacia Tossa por el camino del interior. Un camino que viviremos sobre ruedas también, pero más adelante. Josep construye pequeños bastones para todos personalizados con su inicial y así pasamos el paseo. ¡Estamos muertos!
Por la tarde, las nubes han desaparecido, y nos animamos a pasear por el casco antiguo. Al no ser temporada alta, el paseo es muy agradable pero los pequeños reclaman playa. Qué rápido han olvidado la lluvia del mediodía. La mayoría se tira a bañarse. Los grandes lo miramos desde el borde del mar. Cogemos fuerzas para la noche. Volvemos al hostal, cenamos sobre las luces de Tossa, y nos preparamos para la actividad nocturna. Todos los pequeños están entusiasmados… salir del hostal cuando normalmente entre semana ya deben ser en la cama. Y son un buen grupo, cargada con linternas y ganas de juerga. Subimos hasta el faro, saludamos a la estatua de Ava Gardner, y subimos camino arriba. Allí Dani nos descubre el porqué de los faros, cómo funciona el código Morse, a comunicarnos a través de la luz y orientarnos en la oscuridad.
Al día siguiente, la cosa va de nudos y de motor. Josep nos espera paciente a la entrada del hostal, vamos lentos. El sol vuelve a regalarnos una mañana agradable en el que descubrimos la delicada dificultad de los nudos marineros y los caminos que envuelven la localidad. Las emociones las dejamos para la tarde.
Tossa Tour nos tenía preparada una salida por el lado menos conocido de Tossa, sus caminos de montaña. Qué experiencia. Hacemos varias paradas, descubrimos qué es el geocaching gracias al resto de intrépidos, y todos subidos en dos 4×4 de aquellos de las películas de acción.
Nos vamos de Tossa con ganas de volver, de descubrir de nuevo para remojarnos en sus calas que hemos visto desde los caminos de ronda, conocer la vida más cinematográfica de esta pequeña gran ciudad y volver a disfrutar las vistas des del Maná Maná Hostel.
PD: Aunque la ciudad se puede visitar con cochecito, recomiendo ir con portabebés, ya que las subidas y las bajadas y el tipo de pavimento la hacen más accesible sin cochecito.