Puede que no sea un destino demasiado obvio para ir con niños, pero os diría que ha sido un viaje inolvidable para los cuatro, y lo recomendaría a cualquier familia con ganas de ver una cultura muy diferente a la nuestra.
Fuimos con nuestras hijas, de 6 y 3 años. La verdad es que tuve mis dudas justo antes de viajar por la fama que tiene Marruecos en cuanto al acoso de turistas y al caos de sus calles, pero me equivoqué y mucho.
Había oído que a los marroquís les encantan los niños, y es muy cierto: el hecho de ir con niños me hizo sentir súper acogida y bienvenida.
Los vendedores de los zocos, los taxistas, los que trabajaban en nuestro riad, los niños y la gente en la calle… todos les querían decir algo, enseñarles cosas, preguntarles cosas. Ha sido un viaje de descubrimientos continuos, y nos hemos acostumbrado muy rápidamente a las calles llenas de burros, gatos, tiendas, motos, bicis y gente. Nuestras hijas iban como dos niñas locales, saludando a la gente y disfrutando mucho.
El Jardin Majorelle es un sitio fantástico para ir en familia. Es el jardín del artista Jacques Majorelle, que fue comprado y salvado por Yves Saint Laurent y Pierre Bergé. Cruzar sus puertas es entrar en un jardín secreto, un paraíso de plantas que te protegen del sol y del caos de las calles. Las plantas, los cactus gigantes, las flores… son todos preciosos, pero también impresionan los colores de los tiestos y de las paredes. Hay estanques con ranas, tortugas y peces, y si tienes suerte puedes oír un concierto de ranas sentadas en las hojas de los nenúfares.
Nuestras hijas disfrutaron mucho de los animalitos de los estanques, y parece que el lugar también las inspiró ya que al sentarnos a descansar un rato en un banco, ¡las dos empezaron a inventarse cuentos y a cantar canciones!
El restaurante de los jardines no es de los sitios más baratos donde comer en Marrakech, pero la verdad es que para los niños es ideal. Es un sitio muy agradable, y ofrecen un menú infantil (pollo rebozado y patatas fritas con un zumo de manzana y leche) que fue devorado por nuestras artistas.
Otro lugar que visitamos fue el Palacio El Badi, que aunque sea básicamente una ruina, mantiene aún muchísimo encanto con nidos de cigüeñas por todas las paredes. Como parte del Marrakech Biennale, Not New Now, diversos creadores han sido invitados a dejar su rastro en el espacio, y nos gustó mucho la tela gigante que cuelga de un edificio hecha por el artista ghanés El Anatsui… simplemente espectacular.
Dentro del recinto del palacio está también el Museo de Fotografía y Artes Visuales. La reforma de este espacio estaba en pleno proceso, y habían unos trabajadores poniendo las baldosas en una de las piscinas. Las ponían una por una, escogiendo los colores: turquesa, marrón, blanco. Mis hijas y yo nos sentamos al borde de la piscina a observar el proceso, y uno de los trabajadores se alegró mucho al vernos, y nos regaló una baldosa turquesa, que se ha convertido en unos de los tesoros del viaje.
Otra visita fantástica fue al Palacio El Bahia. Los suelos de baldosas, los techos elaborados de madera, los pequeños rincones, jardines y patios dan para una mañana entera, y si tienes suerte también puedes ver una tortuga!
Si vas con niños es difícil no acabar haciendo un paseo en carruaje con ponis, están por toda la ciudad y a nuestras hijas les llamaba mucho la atención. Es una manera de ver la ciudad desde otra perspectiva, ¡mientras descansáis un poco las piernas!
Otra cosa que teníamos claro que queríamos hacer era pintarnos las manos con henna. En la plaza hay muchas mujeres ofreciendo tatuajes a muy bien de precio, pero como íbamos con nuestras hijas escogimos el Henna Art Café para estar más tranquilas y además allí aseguran que la pintura es 100% natural. Este café también ofrece comidas, y una galería de arte. Comimos súper bien, estaba todo buenísimo. Además, invierten parte de sus beneficios en proyectos locales.
Los zocos de Marrakech pueden parecer muy caóticos y poco prácticos para ir con niños, pero si los preparáis por adelantado, avisándoles de que tienen que ir de la mano (si son peques) o de que tienen que mantenerse siempre a la vista, todo será más fácil. Después de pasear un rato cogéis el ritmo y os acostumbráis a ir saludando a los vendedores y evitando los burros, motos, bicis y carretillas que pasan muy rápido entre los turistas y la gente local. De hecho, ellos están totalmente acostumbrados a esquivar a turistas… Y es que entrar en los zocos es imprescindible: es un mundo mágico, un museo vivo, una experiencia visual alucinante.
Las mercancías colgando fuera de las tiendas: zapatos, bolsos, joyas, puffs, cojines, alfombras, cajitas… y las sonrisas de sus vendedores que os intentarán seducir para que entréis en sus pequeñas cuevas.
La Plaza Djemaa el Fnaa es sin duda el lugar más emblemático de Marrakech, y con razón. Con la puesta del sol, esta plaza es una aventura para todos los sentidos. Los olores de las paradas de comida, la música de los encantadores de serpientes, los bailes y vestuarios de los grupos de percusión, las luces, el humo contra el cielo, y las delicias locales como galletas, frutos secos, zumos, brochetas de carne… Hay que estar muy pendiente porque hay mucha gente y mucho que ver, pero en mi opinión no te puedes marchar de Marrakech sin haber dado una vuelta por este lugar tan característico.
No os lo puedo recomendar lo suficiente. Meses después nuestras hijas siguen hablando de Marruecos, y tienen muchas ganas de volver. Me esperaré un poco para poder ir con ellas al desierto, pero seguro que volveré.
Si te ha gustado esta crónica y ya estás pensando en viajar a Marrakech con tu familia, no te pierdas este post.
