Restaurantes[Cerrado] El buen yantar del restaurante Martín Villoro en la Barceloneta

Seguimos aventurándonos en nuevos territorios para dar alas a vuestras salidas en familia. Hoy toca turno al mundo de las paellitas en la Barceloneta. Hemos probado muchos lugares, con o sin hijos, y a nuestro humilde parecer, el restaurante Martín Villoro se lleva a palma hasta ahora. ¿Por qué? por su sabia combinación de buen yantar, autenticidad, trato amable y escala humana.

Su terracita en Juan de Borbón, es sin duda un lugar ideal para tomar algo al sol si llegas a tiempo de pillar mesa. Los fines de semana ese pone a tope y asombrosamente ¡no hay ni un turista! Todo son locales y si me apuras del barrio ¡buena señal!

La sala interior, es también pequeña por lo que aconsejamos ir temprano ¡seréis siempre mejor servidos! o reservar si vais en grupo. Suelen organizarse reuniones familiares los domingos y a partir de cierta hora el bullicio puede hacerse insoportable con el consecuente empeoramiento en el servicio.

Ya verás que el trasiego de camareros mantendrá a tu peque entretenido durante un buen rato. Fueron muy amables en todo momento y estaban encantados de ver a Leo comer el arroz solito pelándose las gambas y todo “¡es que es de Huelva mi niño!” dice su madre orgullosa.

Hemos probado la paella marinera (18 euros por comensal) y diversos entrantes todos de calidad y bien servidos: tallarinas a la plancha, alcachofas rebozadas y chipirones a la andaluza. Los postres no merecen la pena y encarecen a cuenta.

No podemos decir que, a parte de sillas altas para niños, el restaurante cuente con la infraestructura necesaria para obtener nuestro distintivo “Family Welcome”: olvídate de un cambiador en el baño. Sin embargo lo recomendamos por la amabilidad de los propietarios y del personal que allí trabaja. Al fin y a la cabo de las tres “A” (Amablidad, Accesibilidad y Atención especial) requeridas para obtener nuestro distintivo “Family Welcome” la amabilidad es la mas importante de todas ellas y condición sine qua non.

Y en cierto modo también me gusta, porque es como los restaurantes de toda la vida a los que nos llevaban nuestros padres … de los de tele, máquina tragaperra, camarero con chalequillo y jamones colgando ¡solo falta el serrín en el suelo! ¿Os acordáis?