Llega la recta final de año y son días intensos, ¿verdad? El trabajo, la escuela, los festivales, las cantatas navideñas, los imprevistos, las compras… Una carrera de fondo. (Que al final te hundes, vaya.) Porque luego, encima, está la casa, preparar la comida, l@s niñ@s… ¡Y ya no digamos encontrar un hueco en el tetris familiar para relajarse! Parece misión imposible. ¿Parece? ¿O tal vez solo sea cuestión de prioridades?
El desorden estimula la creatividad, un poco de polvo no mata a nadie (aunque sea 70% piel muerta), ni tampoco pedir comida a domicilio, y hacer campana puede ser también otra forma de extraescolar.
¡Todo muy barato! Lo que sale caro es perder la alegría, los nervios, la paciencia o el humor.
Dicen que tener un hijo, plantar un árbol y escribir un libro es fácil; que lo difícil es criar un hijo, regar el árbol y que alguien lea el libro. Puede. O puede que no. Por eso, queremos recomendaros que salgáis con la tribu a buscar el tió en plena naturaleza; que recortéis el catálogo de juguetes de turno y escribáis la carta a los Reyes Magos juntos (con la oportunidad de reflexionar sobre el consumo que ello implica); que os llevéis a todas partes algo para leer, para compartir en la sobremesa (o debajo); que decoréis vuestros propios papeles para envolver regalos o, incluso, que los hagáis vosotros mismos, que los pidáis al TÚniverso o los busquéis en algún mercadillo…
“Es el mejor día de mi vida!”, exclama de vez en cuando nuestro Pau (de 5 años). La última, mientras jugábamos con los cuadernos de Yasumi (Blackie Books) y merendaba gofres caseros de chocolate. ¡Cómo no! Una tarde genial (y sabrosa) de juego, aprendizaje y descubrimiento, que empezó en una de nuestras librería del barrio, donde él mismo escogió el libro, siguió en casa preparando juntos la merienda, para después acabar compartiéndolo. Todo.
Nos preocupa mucho lo que comen nuestr@s hij@s, pero ell@s se alimentan de mucho más que de comida. Sobre todo de amor en todas sus posibles formas (tiempo, atención caricias…), algo que podéis descubrir en “Tristán encoge” de Florence Parry Heide i Edward Gorey (Blackie Books) o “La FesTeta” de Miriam Tirado i Joan Turu (El Cep i la Nansa), puesto que ambas historias nos permiten reflexionar sobre lo que damos y lo que no. Además, con lecturas como “Educar per estimar la vida” de la amorosa Eva Bach (Plataforma Ed.) o “Escuela de fantasía” del genial Gianni Rodari (Blackie Books), nosotr@s (mapadres, educadores, etc.) podemos también alimentar aquello que atesoramos de la infancia (suya, nuestra) y que tanto cuesta recuperar y mantener en la vida adulta: la ilusión, la inocencia, la confianza…
Y dedicado a aquell@s valientes que tratéis de ceñiros a la (parece-que-casi-imposible) regla de los 4 regalos, ahí van algunas ideas que dan mucho juego. Por ejemplo, libros en otros idiomas, como la joya “Lost in translation” de Ella Frances Sanders, que permiten viajar sin moverse de casa. (¡Basta con tener un globo terráqueo a mano!) O visitar parajes familiares y conocidos, como mi querido Agramunt, para (re)descubrir que hay de verdad y qué de ficción en sus historias, “El vell i l’ocell” de Guillem Viladot o “Pa amb xocolata”entre ellas… (A parte de llenar la despensa de chocolate y turrones, ¡claro!)
Hay muchos tipos de crianza y todas tienen sus cosas buenas. Aunque, des de mi punto de vista, a veces nos olvidamos de lo mejor: pasarlo bien. En familia.
Porque criar a l@s hij@s es muchas cosas, pero también puede ser muy divertido. De nosotr@s depende.
Escoger, como decía el maestro a su alumno, la alegría cada día. A menudo los árboles no nos dejan ver el bosque, pero ya lo dijo Stephen Covey: lo más importante en la vida es que lo más importante sea lo más importante. Así pues… ¡Divertidas Fiestas!
