Esta situación ha golpeado la vida de muchas familias generando incertidumbre, pérdidas y angustia. Cada una de estas familias está viviendo una experiencia profundamente dolorosa que ninguno de nosotros puede realmente hacerse a la idea, lo lamento de corazón y, por este motivo, quiero ofrecer mi apoyo de la manera más respetuosa posible.
Este artículo es una pequeña aportación desde la educación social y la psicopedagogía, recomendaciones a modo de orientación para cuando sea posible, entendiendo la magnitud del momento, con el objetivo de guiar a padres y madres en el acompañamiento de sus hijos en esos complicados momentos en que están juntos, sobrepasados, y surgen dudas de cómo proceder o actuar con ellos.
Asimismo, entiendo que cada familia tiene su situación particular y que, en muchos casos, es necesaria ayuda personalizada y atención con diferentes profesionales.
Espero que, desde esta mirada profesional, se encuentre un granito de apoyo para sobrellevar estos momentos tan abrumadores y con recursos limitados.
- Mantener la unión familiar: en una situación donde la vida cotidiana ha cambiado radicalmente y no es posible mantener las rutinas previas, buscar momentos que permitan estar juntos, abrazarse o descansar de alguna manera, proporciona a los niños sentido de continuidad y apoyo reconfortante.
- Promover el contacto con amigos y regreso al colegio lo más pronto posible: mantener el contacto con amigos y habilitar espacios educativos si todavía no es seguro volver al colegio ayuda a recuperar algunas actividades temporalmente. Los compañeros y profesores son figuras de interacción y apoyo que ayudan a los niños a expresar sus sentimientos y normalizar la situación en un entorno conocido. La socialización con otros niños también les muestra que no están solos en su experiencia.
- Involucrarse en tareas sencillas para fomentar seguridad y cooperación: permitir que los niños ayuden en tareas sencillas les da un sentido de pertenencia y participación familiar. Les enseña, además, cómo colaborar en momentos difíciles y cómo el trabajo en equipo puede hacer más fácil el día a día.
- Ayudar a comprender el fenómeno natural de forma pedagógica: explicar lo ocurrido con palabras que puedan entender y, si se puede, utilizar dibujos, cuentos o recursos visuales. Aclarar sus dudas y responder sus preguntas desde una perspectiva educativa les ayuda a gestionar el miedo con más confianza y a entender que lo que ha sucedido, aunque impactante, son situaciones extraordinarias que no ocurren con frecuencia.
- Crear espacios de encuentro familiar: para establecer momentos de reunión donde cada miembro de la familia pueda expresar sus ideas, opiniones y sugerencias. Esto fortalece la unión familiar y permite a los niños adquirir y desarrollar habilidades para resolver problemas en situaciones imprevistas. Además, la comunicación abierta y activa fomenta valores de escucha y compartir.
- Incorporar algunas actividades para procesar emociones según sus necesidades: si a los niños les apetece, las actividades como dibujar, escribir o hacer manualidades, son una buena forma de procesar lo que están viviendo en primera persona. Comprensible si no tienen ganas de hacerlo inmediatamente. Lo recomendable es seguir ofreciendo está opción y hacerlos juntos, poco a poco. En caso de no disponer de materiales que es muy probable en el primer momento, se puede improvisar con cualquier otro material o emplear la narración oral, el juego simbólico o contar historias para canalizar sus emociones. En este sentido, enfatizar la importancia de ofrecerles un espacio para expresarse, sin presión y a su ritmo, para que decidan qué les apetece hacer y cómo.
- Fomentar la reflexión y el apoyo mutuo en familia: en medio de la adversidad, es difícil encontrar fuerzas y positividad, sin embargo, tomarse un momento al final del día para reflexionar juntos sobre los pequeños avances o esfuerzos realizados sirve para reconocer la fortaleza de cada uno para seguir adelante, valorar el esfuerzo conjunto o reforzar el hecho de estar juntos a pesar de las circunstancias.
- Practicar el autocuidado y reforzar la seguridad: enseñar a los niños prácticas básicas de cómo actuar en emergencias o cómo mantener la calma. Esto les da un sentido de prevención grupal y preparación personal, así como herramientas prácticas.
- Participar en actividades comunitarias o de apoyo vecinal: en la medida de lo posible, involucrarse con los niños en actividades de apoyo comunitario, como ayudar a los vecinos o colaborar en tareas de recuperación. Estas experiencias fomentan la empatía y el sentido de pertenencia y ayudan a los niños a entender el valor de la solidaridad en momentos de crisis.
- Ser un ejemplo de adaptación y resiliencia: debemos tener siempre presente que los niños observan cómo los adultos enfrentamos las situaciones cotidianas lo que promueve también el aprendizaje.
Cada niño necesitará su tiempo para adaptarse y recuperar sus ilusiones, y lo mejor que podemos ofrecerles es un entorno de comprensión y apoyo constante, no solamente en ese momento, si no de manera incondicional a lo largo del tiempo. No hay respuestas fáciles ni un único camino a seguir, pero un acompañamiento adecuado será clave en cada paso del proceso.
A través de pequeños actos, comunicación abierta y reforzando vínculos podemos contribuir a que el proceso de recuperación sea más soportable, tanto para los niños como para los adultos. Si ellos están bien, es una tranquilidad para los adultos.
Y aunque las dificultades estarán presentes durante un tiempo indefinido, el esfuerzo de la familia y la cooperación social puede marcar la diferencia en el bienestar de todos. La resiliencia, poco a poco, se construye desde esos momentos compartidos y de superación.