Estos días estamos viviendo momentos difíciles. Las noticias sobre las lluvias de la DANA y las inundaciones llenan nuestras pantallas y, casi sin darnos cuenta, también nuestras mentes y corazones. Nos afecta a nosotras, y afecta a los niños y niñas que acompañamos. Ellos sienten, se inquietan, y aunque no siempre lo expresen, se quedan con preguntas y miradas de esas que buscan respuestas. En el aula, tenemos la oportunidad –y el privilegio– de ofrecerles algo fundamental: un lugar donde sus emociones son bienvenidas, un refugio seguro donde encontrar consuelo y recuperar la calma.
Ser docente en tiempos de crisis no es fácil. Nosotras también tenemos nuestros propios temores, nuestra propia incertidumbre. Pero es justo en estos momentos cuando el aula puede convertirse en mucho más que un espacio de aprendizaje; puede ser un lugar donde la infancia encuentra esa seguridad que necesita para sentirse protegida.
En cada mirada, en cada gesto de empatía y escucha, les estamos mostrando que aquí, en este espacio, pueden respirar, expresarse y sentir que alguien les entiende y les cuida. A continuación, te comparto algunas estrategias que pueden ayudarte a crear ese ambiente de calma y acogida en el aula. Más que herramientas, son gestos de humanidad y conexión, pequeñas acciones que, sumadas, se convierten en un refugio emocional.
Crear una atmósfera de seguridad y acogida
Mantener una rutina, en medio de la incertidumbre, es uno de los mayores regalos que podemos ofrecer a niñas y niños. Dedicar unos minutos al inicio del día a una “Ronda de emociones” les permite expresar lo que sienten, ya sea hablando, dibujando o escribiendo. No se trata de obligarles a compartir, sino de darles la libertad de hacerlo. Para quienes prefieren no hacerlo en grupo, tener una “caja de sentimientos” donde puedan dejar sus pensamientos es un recurso valioso y sencillo, que les permite expresarse con la intimidad que necesiten. Estas pequeñas prácticas diarias les envían un mensaje claro: el aula es un lugar seguro, donde sus emociones son importantes, un espacio en el que cada uno puede ser como necesita ser.
Escuchar con el corazón y abrir el apoyo mutuo
Escuchar, pero de verdad, con todo nuestro ser, es uno de los actos más poderosos que podemos ofrecerles. La infancia encuentra consuelo cuando siente que su mundo interior es importante, cuando nota que no está sola en lo que experimenta. Darles la oportunidad de hablar y de escuchar a sus compañeros también tiene un efecto profundamente sanador. Podemos hacer preguntas sencillas como “¿Alguien quiere contar cómo se ha sentido?” o “¿Qué os ayuda a sentiros más tranquilos?” y crear un “mural de palabras que ayudan”, donde entre todos aporten frases o dibujos que transmitan calma y consuelo. Esa empatía y apoyo mutuo que se generan en el aula les fortalece. Y a nosotras también.
Explicar lo sucedido con sencillez y suavidad
Los niños y niñas necesitan entender lo que ocurre, pero de manera que puedan procesarlo sin miedo. Cuando la explicación es clara, cuando nuestras palabras son sencillas y accesibles, su cerebro se calma. Explicaciones breves como “Hubo una tormenta fuerte, pero ahora estamos a salvo; los adultos están aquí para cuidar de vosotras y vosotros y asegurar que todo esté bien” les aportan la seguridad que necesitan y les permiten quedarse en el presente sin quedar atrapados en su imaginación. Es nuestra honestidad, con un toque de ternura y suavidad, lo que les ayuda a seguir adelante sin temor.
Practicar la calma en los procedimientos de emergencia
Familiarizar a los niños y niñas con el plan de emergencia es un recurso importante para su tranquilidad, pero debemos hacerlo con calma. Convertir este proceso en un juego puede transformar la tensión en una experiencia positiva. Podemos, por ejemplo, pedirles que “caminen en fila como pingüinos” para mantener el orden y la calma. Saber qué hacer y practicarlo sin prisa ni miedo les hace sentir preparados y protegidos, les da el mensaje de que siempre habrá una forma de cuidarse.
Enseñarles técnicas para encontrar la calma
Sabemos, desde la neurociencia, que el cerebro infantil responde bien a técnicas sencillas de regulación emocional. Ejercicios de respiración, como inhalar contando hasta cuatro y exhalar contando hasta seis, o visualizaciones para que imaginen un lugar tranquilo, les ayudan a encontrar su paz interior. También podemos compartir cuentos sobre personajes que enfrentan miedos similares, dándoles así ejemplos de que es natural sentir temor y de que existen maneras de calmarse. Estas herramientas son recursos que, poco a poco, integran y podrán utilizar siempre que lo necesiten.
Extender el apoyo emocional a las familias
Mantener una comunicación abierta con las familias crea un entorno de seguridad sostenido. Compartir con ellas las actividades de apoyo emocional que realizamos en clase y sugerirles prácticas sencillas para replicar en casa, como leer juntos, hablar sobre cómo se sienten o practicar ejercicios de respiración, fortalece esta red de apoyo emocional. Cuando el aula y el hogar van en sintonía, los niños y niñas encuentran en cada espacio un lugar seguro y constante donde pueden procesar sus emociones.
Mantener la rutina y sembrar esperanza
La rutina es como una cuerda de seguridad en tiempos de cambio. Mantener las actividades habituales en el aula les proporciona estabilidad y les recuerda que, aunque algunas cosas cambien, otras siguen igual. Al final del día, podemos dedicar un momento para reflexionar sobre lo que les hace sentir fuertes o felices. Proponerles una “actividad de poderes especiales” donde cada uno pueda compartir algo positivo de sí mismo es una forma de recordarles que, incluso en los días difíciles, hay cosas buenas en su interior y a su alrededor. La esperanza, en realidad, se construye en lo cotidiano, en las pequeñas cosas que se repiten y que les muestran que siempre hay algo que vale la pena.
El aula como refugio compartido
En estos momentos, la compasión y la calma que ofrecemos en el aula no solo son un recurso valioso para la infancia; también lo son para nosotras. Cada día en el aula es una oportunidad de acompañarles desde la cercanía, de recordarles que, sin importar lo que pase afuera, siempre tendrán un espacio seguro donde ser escuchados y expresar lo que sienten. Nosotras, como adultas que les acompañamos, no estamos solo enseñando; estamos cuidando, creando y sosteniendo con amor. En cada mirada y en cada palabra, les mostramos que pueden encontrar un refugio en su interior y en quienes les rodean.
Bibliografía
- Kabat-Zinn, J. (1990). Full Catastrophe Living: Using the Wisdom of Your Body and Mind to Face Stress, Pain, and Illness. Bantam Dell.
Kabat-Zinn explora la importancia de la regulación emocional a través de prácticas de respiración y atención plena, fundamentales para gestionar el estrés en cualquier entorno, incluido el aula. Su enfoque ayuda a docentes a comprender cómo la calma y la autorregulación se transmiten a la infancia, creando un ambiente seguro y relajado. - Goleman, D. (1995). Emotional Intelligence. Bantam Books.
Goleman nos introduce a la inteligencia emocional y sus efectos profundos en la convivencia y el aprendizaje. La empatía y el apoyo mutuo que promueve son esenciales en el aula, especialmente en momentos de crisis, ya que fortalecen la resiliencia y la capacidad de conectar de manera saludable con las emociones propias y las de los demás. - Siegel, D. J., & Bryson, T. P. (2012). The Whole-Brain Child: 12 Revolutionary Strategies to Nurture Your Child’s Developing Mind. Bantam.
Este libro ofrece estrategias prácticas para acompañar el desarrollo emocional y mental de la infancia de forma equilibrada. Siegel y Bryson proponen herramientas fáciles de integrar en el aula, que ayudan a niñas y niños a comprender y regular sus emociones en momentos difíciles, siempre desde una perspectiva compasiva y cercana. - Rosenberg, M. B. (2003). Nonviolent Communication: A Language of Life. Puddledancer Press.
Rosenberg muestra cómo la Comunicación No Violenta puede transformar el aula en un espacio de escucha y respeto. Esta obra es clave para quienes desean enseñar desde la empatía y el acompañamiento, permitiendo que niñas y niños se sientan valorados al expresar sus emociones sin temor ni juicio. - Damasio, A. R. (1999). The Feeling of What Happens: Body and Emotion in the Making of Consciousness. Harcourt Brace.
Damasio explica la conexión entre cuerpo y emociones, destacando cómo el reconocimiento y la expresión emocional son esenciales para la regulación del estrés. Esta perspectiva ayuda a docentes a comprender el impacto de las emociones en el aprendizaje y a integrar prácticas que promuevan la calma y el bienestar.